Caracas, sus luces y consumismo

De la Toparquía a la Comuna: Vigencia del método robinsoniano (I)

Samuel Robinson, el territorio y la transformación de los sujetos

Simón Rodríguez fue prolífico en las maneras en que llegaron a ser los últimos hombres de la Ilustración, aunque el mismo Rodríguez estuvo lejos muchos pasos adelante del paradigma modernizante de su tiempo, el cual cuestionó con vehemencia por su médula eurocéntrica. Fue prolífico por haber pensado desde maneras y saberes múltiples a la República, tanto que la refirió como una totalidad en las formas de ejercicio de gobierno influyendo a Bolívar sobre las nociones del Estado-nación postcolonial, incluso en las formas más pequeñas en que es indispensable analizar la relación de los hombres y mujeres con y en el territorio.

Hoy sabemos que la geografía social, especialidad derivada de la geografía, interpreta las interacciones humanas con el espacio físico, refieren al “territorio” como punto espacial y físico de  desenvolvimiento de las relaciones sociales. Básicamente, un “territorio” lleva dicho nombre por haber en él interacción humano-ambiente con un sentido de ocupación y gestión de sus recursos[1].

Antes de que apenas existieran estos conceptos, Samuel Robinson[2] entendió de diversas maneras que la ocupación del espacio tenía implícito el desarrollo de un conjunto de relaciones sociales, que surgían a expensas del modelo o visión de ocupación del territorio. Fue ese el principio que le llevó a ensayar dos experiencias en Sudamérica, concretamente en Bogotá, Chuquisaca y Túquerres, y que quedaron registradas en una carta dirigida a Anselmo Pineda el 2 de febrero de 1847. Refiere Juan Calzadilla en Simón Rodríguez y la carta de la ‘Toparquía’ que este documento puede ser visto “como una experienciada reflexión sobre el poder y la periferia”, introduciendo un concepto americano, republicano y federalista de “Toparquía”[3].

Juan Batista Picornell. (Foto: Archivo)

El territorio americano, el venezolano, era resultado de una herencia que fue impuesta con el modelo político colonial español desde 1492. Los virreinatos y las capitanías generales, seguidamente las provincias y sus gobiernos municipales, eran denominaciones extendidas del modelo de organización político-social del imperio español. De ahí Samuel Robinson entendió que las relaciones humanas en los territorios y con los territorios yacía en las propias inercias gestadas en la voluntad del modelo colonial: la ocupación del espacio, “domesticación” o exterminio de los indígenas, la importación de esclavos en desarraigo, el señorío como forma de autoridad y el aprovechamiento de la tierra mediante la implantación de la hacienda y el hato como modelos de producción.

El contexto histórico de Robinson era el de una porción enorme del continente sudamericano devastado por las guerras de independencia, quedando de él los despojos del fallido y desmembrado poder colonial, mientras que los territorios, casi cautivos, quedaron abiertos a la disputa que luego vendría. Recordemos, el General argentino Manuel Belgrano Belgrano[4] y  el Generalísimo Francisco de Miranda[5], promotores de la independencia americana, fueron también promotores de la monarquía constitucional incaica, pues entendían que el proyecto más viable para el nuevo mundo era un modelo de monarquía con rasgos de república europea, pero supuestamente hecho a nuestra usanza y desde una visión vertical, en vista de que las viejas instituciones coloniales debían ser reformadas dado que eran en sí mismas métodos políticamente eficaces para el ordenamiento social. En la debacle de la guerra entendían que había que consolidar formas de Estado y las monarquías eran el referente por excelencia.  

La fijación de postura de Bolívar vendría en la Carta de Jamaica, donde descartó una “monarquía universal de América” como proyecto civilizatorio desde este lado del mundo y desde los despojos de la guerra. Al igual que Samuel Robinson, Bolívar entendía que la idónea formación de los nuevos Estados-nación en el continente implicaba relanzar las nociones de repúblicas bajo denominaciones constitucionales, aunque la idea fundamental de “República”, que venía de Roma, quedó desfasada con el auge de las monarquías como modelo civilizatorio europeo[6].

Por otro lado, Robinson entendía en el modelo republicano y su denominación territorial una totalidad, una sumatoria de pequeños territorios, desde la reversión de las formas tradicionales centro-periferia. Desde su enfoque, el poder local era la base y punto de partida a una estructura de poder nacional y no al revés. El a veces llamado “Sócrates de Caracas” encontraba en el territorio desgarrado por la guerra un espacio cautivo idóneo para la conformación de un modelo de república; sin embargo, los hombres y mujeres que habitaban estas tierras eran el resultado subjetivo de la herencia colonial.

La noción del maestro de Bolívar de una República fundada sobre los escombros de la tierra diezmada era que esta no surgiría del Decreto, sino de su construcción, y que para ello tendrían que construirse nuevas relaciones en el territorio. Calzadilla lo refiere así en la línea de Robinson:

“La filosofía de Simón Rodríguez que es en conjunto el proyecto de la creación de un pueblo libre o republicano en un vasto territorio militarmente liberado, es portadora de una estrategia geopolítica dibujada por la retícula y el rizoma. El plan maestro de ‘colonizar el continente con sus propios habitantes’, la colonización endógena de los desiertos suramericanos, implica la integración de una topografía política donde los poderes periféricos no son anulados por la lejanía del centro sino que lo alimentan inmediatamente con sus fuerzas”.

Por lo tanto, la gestión del territorio republicano implicaba para Samuel Robinson ganar las voluntades de los sujetos para ocupar su espacio acorde a nuevos términos, es decir, acorde a nuevas relaciones de poder. Se refería a construir nuevas bases materiales y existenciales.|

Samuel Robinson es un referente en la educación venezolana precisamente por definir el proceso educativo como un proceso de transformación y liberación de los sujetos, afirmándolo de manera muy anterior a Paulo Freire[7]. La transformación de los hombres y mujeres, que eran herencia de la colonia militarmente desmantelada, fue el principal punto de reflexión de este pensador venezolano que siempre enfatizó en el parto de una sociedad libre mediante una educación social emancipadora. Decía Samuel Robinson que el nuevo ordenamiento social debía partir desde las “costumbres”, “la autoridad basada en las costumbres” y no a la inversa. Sobre este ítem Juan Antonio Calzadilla señala:

“Hay una estrategia robinsoniana de territorialidad del poder y de la libertad. Crear territorios como se crean voluntades (y “educar es crear voluntades”), territorios con capacidad de voluntad, contando con que la voluntad es el grado de poder que corresponde a cada individuo o singularidad en una formación social democrática. Esa voluntad singular tiene la facultad de sumarse o de sustraerse a una voluntad general con la cual concuerde, o no, racionalmente”.

¿Qué es entonces el territorio para Samuel Robinson? Sus experiencias en los territorios ya mencionados, igualmente lo dicho en las nociones de República que nos lega en “Sociedades Americanas”[8], nos deja saber que su visión de República (estructura esencial del ejercicio de poder y gobierno como Estado-nación) consistía en una sumatoria de territorios en Toparquía, cuyas relaciones sociales partían de la educación desde el “hacer” y lo cotidiano mediante una construcción basada en la “autoridad de la costumbre” y la transformación de las pautas sociales que hacían posible la transformación de los sujetos. El parto de una sociedad republicana, no vendría mediante un decreto, aunque tal formalidad era para aquel momento histórico un requisito indispensable. Para Samuel Robinson la República vendría desde el largo tránsito para transformar las relaciones sociales en el territorio. Daba así al “territorio” la cualidad de vehículo, espacio, lugar donde concurren las voluntades para la construcción de poder local y, seguidamente, de la República. El territorio y sus relaciones es el espacio para la transformación de los sujetos.

Breve descripción de la evolución de Venezuela: Poblamiento, territorios, recursos y sujetos

A Venezuela llegó como en toda América el modelo de sociedad instaurado desde el sistema de organización social colonial y, por consiguiente, los modelos de ciudad, pueblo y caserío que fueron las modalidades de ocupación de la tierra y conformación y administración de los territorios.

El modelo de organización se desarrolló a expensas de la colonización con la cual la corona española apuntaló sus capacidades logísticas al máximo, pues en apenas unos años, luego de la llegada de Colón a “Las Indias”, la empresa colonial extendió la voluntad de los reyes católicos hasta los confines del altiplano sudamericano con el secuestro de Atahualpa y su asesinato en 1533.

La captura de Atahualpa. (Foto: Wikimedia Commons)

La empresa colonial se adentró vertiginosamente en los territorios americanos delegando una nueva denominación a los territorios ocupados por los hombres y mujeres nativos. Ahora, estas tierras yacían bajo los designios de la corona al otro lado del Atlántico y los locales estarían al servicio de gobernantes que no conocían bajo el mandato de la pólvora, el metal,  los perros, los caballos, el látigo y la cruz. Viéndolo en términos históricos, en un trecho de tiempo sumamente corto gran parte del territorio americano, sujeto bajo las relaciones de organización y poder de los nativos, sufrió un cambio de nomenclatura, un cambio de amos y, por consiguiente, un cambio de reglas sociales para su ordenamiento político y  aprovechamiento.

Jared Diamond, en su libro Armas, gérmenes y acero [9] describe la industria colonial militar española como una de las más formidables de su tiempo, por la capacidad que estos tuvieron en emprender el dominio de las armas y traerlas a América en condiciones de superioridad militar, avasallando de manera temible al continente y diezmándolo con viruela, siendo esta empresa además un esfuerzo inédito en el avance de las instituciones religiosas y las empresas comerciales en la búsqueda de espacios “cautivos” o “nuevos mercados”. América, desconocida como un nuevo continente a la llegada de Colón y más bien por ello reconocida como “Las Indias Occidentales”, abrió todo un nuevo marco de posibilidades para aquel imperio haciéndolo idóneo para la reproducción de su modelo civilizatorio en una escala territorial muy superior a la que en existía en aquellos años, pues el reino apenas controlaba la península ibérica dentro de una amalgamada estructura político-militar. Ello hizo de esa empresa un emprendimiento, el más ambicioso de Europa en el ocaso de la Edad Media[10], tan políticamente complejo que fue caracterizado por el desorden y la conjunción de intereses, dado que América era ese mundo “cautivo” e inhóspito sobre el cual Europa fue a reclamar tierras e izar banderas. Y así la conquista se consolidó.

El modelo de organización imperial fue, por supuesto, denominador de la transformación y parto de los sujetos de la sociedad colonial. La sociedad española extendió a este lado del mundo su interpretación del espacio, desde las nociones de lo material, con una plaza central, con una iglesia y la autoridad política justo al frente de ella en un esquema urbanístico de cuadrantes; así igualmente sus nociones existenciales, con Dios, la corona y los nobles como regentes de las autoridades políticas y los imaginarios. Sobrevienen con ellos las encomiendas y también las compañías comerciales, quienes se instalaron mediante las plantaciones, la hacienda como modelo de producción y el hato en la inmensidad de los llanos venezolanos.

La hacienda y el hato fueron en Venezuela un sistema de ocupación y gestión del territorio, así como empresas ejemplares para el máximo aprovechamiento del clima, la tierra y los hombres. Esto luego de que en diversos espacios de la geografía venezolana la corona española desgastara esfuerzos en consolidar una estrategia de producción minera que no dio frutos como los dio en Potosí[11] y otras regiones sudamericanas. La empresa de búsqueda de “El Dorado” y su fracaso, tanto como la ausencia de una extracción sostenida y onerosa de preciados minerales, relegaron a Venezuela en el proceso de construcción de la masa dineraria que daría cuerpo al mercantilismo en Europa. El territorio, que se denominaría luego “Capitanía General de Venezuela”, no era precisamente un gran foco de interés, no era digno de un virreinato y adicionalmente no era pivote de la producción de los metales más codiciados.

Velorio de Cruz de Mayo en una hacienda o hato, dibujo de finales del siglo XIX. (Foto: Fundación Bigott)

Venezuela quedó en manos de las compañías comerciales. El modelo de plantación y hato, pero más especialmente el de plantación, impulsó la empresa de la esclavitud y la trata de negros, convirtiendo a la colonización, ocupación y aprovechamiento de la tierra del continente (mediante su aprovechamiento minero, agrícola y pecuario) en la más grande y sofisticada locomotora económica del mundo occidental antes de la era industrial.

Tabaco, café, especias, fueron los principales rubros de la hacienda, mientras que en el hato venezolano el ganado que se multiplicaba como cimarrón y en los potreros era sacrificado masivamente por sus derivados, hueso y piel principalmente, que iban desde los ríos barineses vía Puerto de Nutrias hasta el río Apure, el Orinoco y el Atlántico, rumbo a Europa. También comenzó a tomar forma un país que en la zona norte-costera se concentró en las haciendas, en las salidas estratégicas a la costa y que fundó ciudades en toda la cordillera con agradable clima primaveral, idóneo para la siembra y para el asentamiento de familias que venían de climas boreales. Surgieron así pequeñas, pero populosas urbes separadas entre sí por la espesura de la serranía. En cambio, y por otro lado, emergía otro país en los hatos, más al sur, más agreste, con climas calurosos todo el año, apenas conectados con el mundo por los ríos navegables, con veranos abrasadores y sequías agobiantes, con lluvias invernales que inundaban casi todo durante meses, aquel país llanero era el de comer carne hasta el colmo de la saciedad, pues esta era sobrante del ganado sacrificado a gran escala por su piel y huesos que irían a Europa y no abundaba tanto la sal para conservarla. Era al mismo tiempo la frontera entre los hombres “civilizados” y la selva y los indios. La empresa del hato avanzó engullendo selvas para convertirlas en potreros, avasallando a nativos y ampliando los confines del imperio tierra adentro.

La actividad comercial, los asentamientos y la ocupación del señorío español en Venezuela se acentuaron en el eje norte-costero del país. Caracas, Maracay, Cumaná, Puerto Cabello, Coro y varias otras ciudades de la fachada caribeña venezolana, así como en los valles de la región central y sus haciendas, fueron esenciales en el modelo de poblamiento y organización territorial en el país al largo plazo. De esta manera, saltamos el tiempo histórico desde la sociedad colonial a la República fundada desde 1830 luego de la disolución de la Gran Colombia.

La nación constituida sobre la herencia colonial emerge desde el sistema republicano que terminó siendo una versión sumamente distante de la inspirada por Bolívar y pensada por Samuel Robinson. Esta tuvo el tránsito de una organización sociopolítica regida por la oligarquía nacional, que era sumatoria de terratenientes y prestamismtas fragmentados entre sí a expensas de sus intereses neo-señoriales. El país fragmentado por el conflicto de la guerra independentista y regido por las fuerzas divisionistas de La Cosiata[12], tan solo en unas décadas sería avasallado por la guerra federal y las ciudades y territorios guardaron los rasgos de la fragmentación parcial del territorio, que era rural a plenitud, sostenido por la formación endeble del gobierno central en Caracas.

Caracas en la época colonial. (Foto: Ministerio de Relaciones Exteriores, Venezuela)

Aunque el triunfo de la revolución federal supuso la superación del esquema vertical del poder centralizado exclusivamente en Caracas, la conformación del modelo de ciudades y de ocupación del territorio se mantuvo acorde a las propias inercias sociohístoricas. Ciudades coloniales, que dieron el tránsito a una república que no tocó las estructuras medulares y de gobierno local a como existían en anteriores tiempos. El poder de los “señores” coloniales y tenedores de títulos nobiliarios se trasladó a regentes designados por la oligarquía y poderes políticos locales y hasta por autoridades caraqueñas. En tiempos posteriores a la guerra federal, los gobiernos de parroquia, municipios y estados provinciales, siguieron guardando los rasgos de una forma de organización centralizada que en aquellos tiempos era considerado indispensable para sostener la cohesión del territorio nacional.

A finales del siglo XIX, Venezuela estaba configurada mediante una organización político-territorial que guardaba los rasgos, aunque de manera incipiente, de los sistemas de gobierno modernos, con una estructura europea en la división de poderes y la consolidación de competencias estatales. Las ciudades y territorios en la longitud del territorio nacional o, mejor dicho, el país más allá de Caracas, estaban delineados tanto en sus estructuras físicas como en sus imaginarios, por la Venezuela agroexportadora que había cuajado como gran empresa. Pero el caudillismo, los intereses económicos que le atravesaron, la Revolución Liberal Restauradora[13] que vino con Cipriano Castro y toda la coyuntura nacional en pleno cambio de siglo, pusieron al relieve las contradicciones de un país que no terminaba de unificarse en una estructura centralizada y monolítica del poder, pero que tampoco cedía a las formas de gobierno federalizado. En el auge del caudillismo y las presiones locales, emergieron las contradicciones de un territorio en transición permanente, donde las ciudades y centros poblados fueron denominadores de toda la conflagración de aquel tiempo.

Al siglo XX concurrió, con el ascenso de Juan Vicente Gómez, la erradicación a sangre y fuego del caudillismo y la “pacificación” del país. La visión centralizada de organización de la vida nacional había ganado finalmente y  se impuso luego de tantos espasmos. Sobreviene entonces para el país los fallidos intentos de esa construcción eurocéntrica que llamamos “modernidad”[14] y con ella la promesa incumplida del país que no terminaba de ser rural y que por el contrario estaba sumergido en una férrea dictadura. La modernidad llegó a Venezuela en forma de explotación petrolera y el país apenas acudió a ella tardíamente, cuando estaba bien adentrada la centuria.

El país sufrió nuevos cambios que terminaron siendo dramáticos, especialmente desde la aparición del petróleo. Aunque su existencia y lugar dentro de las economías basadas en las “tecnologías del fuego”[15] ya estaba registrada desde el siglo XIX[16] y antes y en tiempos de Gómez el país se alzó como uno de los más grandes exportadores mundiales, el primer exportador del mundo y el segundo productor mundial luego de Estados Unidos[17]. Sin embargo, el país no había sentido el pulso del brote petrolero hasta que se industrializó la actividad y comenzaron las grandes transformaciones del crudo al andamiaje económico del país, degradando aceleradamente la tradición agroexportadora.

El petróleo se convirtió en el principal factor denominador de la economía nacional y consolidó las viejas inercias en el esquema de ocupación y poblamiento nacional en el eje norte-costero del país. Desde este punto, la ciudad, modelo importado de la colonia, se abrió paso al modelo de ciudad moderna, que imbrica un conjunto de relaciones sociales y de poder político y económico con especial particularidad. La ciudad en el paradigma moderno fue punta de lanza del modelo de civilización y punto inexorable para el desarrollo de las fuerzas del capitalismo industrial.

La ciudad, que vista sin eufemismos podría considerarse como un depósito a gran escala de consumidores, es la misma del concepto de la ciudad moderna, un esquema de ocupación del territorio en la medida de desarrollo de las fuerzas de producción capitalista. Las ciudades más pobladas son ciudades con un “mayor mercado”, más eficaces para colocación de productos, más eficaces para el confinamiento de consumidores, más demandantes de bienes y servicios, en todos los tramos, en todos los ámbitos, desde alimentos hasta energía, desde servicios básicos masivos hasta servicios especializados, espacio de cabildeo o de dominio de ricos a pobres, espacios para el ejercicio del poder de las instituciones sobre la gente, en definitiva, la ciudad es el espacio por excelencia para la reproducción de las relaciones materiales y existenciales del modelo capitalista.

Vista área de la Caracas modernizada con el petróleo. (Foto: Archivo Fotografía Urbana)

Este tipo de ciudad en Venezuela se arraigó a las inercias del rentismo petrolero como punto central del contrato fundacional-material del país. La renta petrolera, fue, y sigue siendo en gran medida, el punto medular de la economía nacional acorde a un patrón de perpetuidad de la dependencia de la nación a las exportaciones petroleras. Durante los primeros 20 años del siglo XXI, Venezuela dependió de un ingreso en divisas por exportaciones petroleras que alcanzó un promedio histórico del 95% del total de ingresos nacionales en moneda extranjera[18], todo ello a expensas del Estado venezolano como administrador de la renta, pero más allá de él las relaciones más graves de perpetuidad se consolidaron gracias a los factores creados en las inercias del rentismo, empresas privadas y sectores económicos específicos con alta capacidad de captación de renta fuera de la esfera estatal, quienes acumularon privilegios a lo largo del siglo XX y en buen trecho del siglo XXI, generándose asimetrías en el acceso a la riqueza y una formación económica y social parasitaria y dependiente de la renta petrolera que permeó el funcionamiento del país de manera transversal.

Estas condiciones estructurales que emergieron con el petróleo dieron forma a las ciudades venezolanas de manera en que se consolidaron no solo como espacio depositario de consumidores, adicionalmente han sido espacios de desigualdades que son claramente apreciables en las asimetrías urbanísticas, la sectorización de espacios mediante clases sociales, condiciones de las viviendas, el acceso y tipo de tenencia de la tierra urbana, condiciones de los servicios, condiciones de esparcimiento, accesibilidad a bienes y servicios sociales, comerciales, educativos, culturales, etc.

Las asimetrías estructurales en Venezuela no solo son endógenas a las ciudades, pues también son claras las asimetrías entre algunas ciudades y otras. Hay asimetrías entre ciudades como Caracas y San Fernando de Apure, entre Mérida y Valencia, entre Maracaibo y Cumaná. Todas guardan rasgos de las formas de desigualdad estructural y también de la falta de compensación interterritorial en la planificación pública que se ejecutó durante todo el siglo XX.

Particularmente el eje de ciudades centrales del país, desde Caracas hasta Valencia, ha sido el históricamente más favorecido por las inercias en el poblamiento. Desde tiempos de la hacienda y la Venezuela agroexportadora, hasta los tiempos del rentismo petrolero, esta zona del territorio nacional ha sido receptora de ingentes recursos que desde fuentes multidireccionales han causado las asimetrías. Este esquema de desarrollo fue virtualmente invariable a lo largo del siglo XX guardando cualidades centrípetas. Caracas y un sistema de ciudades centrales se desarrollaron reglamentando un modelo de desarrollo “para todo el país”, pero relegando a una inmensa parte del país a la periferia, con algunas excepciones puntuales, como Maracaibo y Ciudad Bolívar, zonas ricas por la actividad extractiva de recursos petroleros y minerales.

El saldo general en términos estrictos del desarrollo es desfavorable para grandes regiones del territorio nacional, tanto así que a lo largo del siglo XX importantes regiones sufrieron estragos demográficos por el auge petrolero. El abandono del campo y las migraciones masivas a la ciudad signaron buena parte del siglo XX agudizando las contradicciones y asimetrías, creando cordones de miseria en grandes ciudades y dejando a gran parte de la población nacional en condiciones de vulnerabilidad habitacional y socioeconómica.

Buena parte de esta cronología histórica quedó retratada en la novela Casas muertas del escritor venezolano Miguel Otero Silva, quien supo referir la hemiplejia de gran parte del país en el relato del pueblo de ficción llamado “Ortiz”, un caserío que quedó abandonado en medio de una “fiebre”, que en la obra se llama paludismo, pero que en la vida real de Venezuela fue la fiebre por el oro negro.

“En aquel mediodía caliente y sordo se percibía más hondamente la yerma desolación de Ortiz, el sobrecogedor mensaje de sus despojos. No transitaba un ser humano por las calles, ni se refugiaba tampoco entre los muros desgarrados de las casas, cual si todos hubiesen escapado aterrados ante el estallido de un cataclismo, ante la maldición de un dios cruel. Apenas, desde un rancho miserable, llegaba el estertor de un hombre que sudaba su fiebre agarrotado entre los hilos sucios de su chinchorro. A su alrededor volaban sosegadamente las moscas, moscas verdes, gordas, relucientes, único destello de acción, única revelación de vida entre los terrones de las casas muertas”[19].

El país entonces o lo que hemos llamado territorio, nuestro territorio, nuevamente y por cuarta vez en su historia desde la llegada de España, ve avasallado sus adentros. En esta oportunidad no es por una guerra, en esta oportunidad es la sinergia del rentismo emergente, que con gran ímpetu comenzó la desfiguración de la Venezuela agroexportadora y rural, cambiándola por un país cimentado en el metabolismo de la extracción y la promesa de progreso instantáneo en las ciudades como una nueva forma desarrollista, todo ello como alternativa a un país a merced del abandono del campo, el decaimiento de las formas de gestión de gobierno en el medio rural, la acumulación de la tierra en pocas manos y la proliferación de enfermedades endémicas.

Uno de los agravantes más significativos del estilo de vida de muchos venezolanos que en el siglo XX migraron del campo a la ciudad era su confinamiento en las ciudades bajo la categoría de consumidores pasivos. Aunque huían del abandono, de la falta de fomento al agro y la negación a la titularidad de la tierra, estos desplazados dejaban tierra que pudo alimentarlos y que no lograron cultivar. En las ciudades, en cambio, quedaron relegados más todavía del derecho a la tierra y, más grave aún, de la facultad de trabajarla. En otras palabras, quedaron sin territorio, desarraigados, para rancharse en algún cerro de Caracas o en algún lugar en la periferia de Valencia o Maracaibo. En términos estructurales, la ciudad modernizante y el auge petrolero acentuaron en Venezuela cambios profundos en la relación de las personas con el territorio. La población se concentró en ciudades desarraigándose de la tierra y su aprovechamiento, mientras que el campo quedó en gran medida ocioso, baldío o en manos de terratenientes. 

Caracas, por su característica de simbolizar y liderar la visión de modelo centralizado de país, es particularmente ejemplar al referirnos a la construcción en el espacio urbano, de un conjunto de realidades modeladas por el auge petrolero. Carola Herrera Napoleón lo explica de manera aguda en sus apreciaciones sobre el crecimiento de la metrópoli caraqueña y el ímpetu que tuvo desde 1936:

Con un barril de petróleo que apenas alcanza el valor de un dólar, se obtienen los recursos para sustentar la modernidad caraqueña. Así, se incorporan novedosas técnicas y materiales para la construcción de la nueva ciudad, de acuerdo con lo que sucedía en otras latitudes. Así, la ciudad de Caracas se convierte en un lugar privilegiado (…) La modernidad presenta su carácter hegemónico durante casi cincuenta años, momento de mayor impacto del capitalismo industrial sobre las formas urbanas, manteniendo el proceso de transformación de Caracas con grandes proyectos urbanos. Desde la racionalidad abstracta, característica de lo moderno, se excluye a ciertos grupos sociales para que no perturben con la visión objetiva del modelo de ciudad que se quiere (…) Precisamente, con el capitalismo industrial como sistema económico, basado en el modelo fordista, se crean fuertes asimetrías en la distribución de los recursos. Se plantea un escenario “nuevo colonialista,” que no se contenta con explotar sólo los recursos naturales, sino que recupera viejas relaciones de explotación laboral y distribución desigual con fórmulas de producción intensivas que parecían superadas definitivamente. De este modo, aumentan las desigualdades sociales, haciéndose los ricos más poderosos y los pobres más míseros”[20].

Caracas simbolizó el paradigma de desarrollo centro de los márgenes del modelo capitalista rentista, modelo de vitrina, en teoría, para un país más allá de Tazón[21].

La pesada herencia y el advenimiento del chavismo

Volviendo a Samuel Robinson y su visión de territorio, la República que pensó no se concretó. En lugar de Toparquía prevalecieron en el territorio venezolano las reproducciones del modelo colonial y luego las del paradigma modernizante. A la sombra del modelo agro-exportador y luego del rentismo petrolero, fue el capitalismo el que moduló las relaciones materiales del país. En simultáneo tuvo lugar el modelo de ciudad, pueblo y caserío, que organizó a la población nacional y su relación con el territorio, estuvo delineada en los márgenes del modelo de representatividad burguesa, que surgió desde un Estado central que asumió la conducción y ejercicio de poder decantándose en modalidades burguesas de autoridad político-administrativa, como gobernaciones y alcaldías.

El saldo nacional, en términos robinsonianos, es el de la sumisión de los sujetos a las relaciones de poder, producción y consumo tejidas desde estas condiciones estructurales. En lo económico, lejos de la aspiración robinsoniana, se estableció una relación de explotación del territorio que evolucionó de maneras más agresivas al calar la subjetividad rentista petrolera. La cultura económica extractiva, formulada desde la formación económica y social parasitaria y dependiente de la renta, es la que comenzó a delimitar la racionalidad económica del país, a expensas del máximo aprovechamiento de los recursos empleando el menor esfuerzo, relegando a una inmensa parte del territorio al ocio y confinándose a la nación a la dependencia del crudo y la economía portuaria. En consecuencia, la población terminó en una posición de desventaja, asalariada al Estado o a la empresa privada, sin tierra y como consumidores pasivos.

Un barrio caraqueño, 1965. (Foto: Archivo Fotografía Urbana)

En lo político, las formas clientelares de la política de la representatividad y las modalidades del ejercicio de poder institucional contribuyeron a la formación de sujetos políticos imbuidos en éticas individualistas, con dificultades para la asociación y la mancomunidad, altamente apegados a las tendencias de delegar el poder, en ser autorelegados de la política, desencantados, acostumbrados a no participar en ella o sin espacios para hacerlo. La cultura política nacional, que en la lógica modernizante evolucionó a las modalidades de partidos políticos, mediante formas de pacto económico y clientelar alrededor de la renta petrolera entre factores de la burguesía criolla y su subordinación a los factores trasnacionales, principalmente los estadounidenses. El saldo político nacional, en los adentros del país, terminó siendo en la ausencia de los muchos en la política.

Sin embargo, el advenimiento del chavismo como fuerza política nacional, una vez alcanzado el poder por el Comandante Hugo Chávez en las elecciones presidenciales de 1999, relanzó el ideario bolivariano desde las particularidades del presente histórico como una nueva afirmación. El chavismo, en su propuesta ideológica fundacional con forma de “Árbol de las Tres Raíces”[22], impulsó el ideario de Simón Rodríguez como uno de sus pilares fundamentales. Había que proponer nuevas instituciones, nuevos procesos de emancipación, para parir una nueva subjetividad nacional.

El proceso político que inició desde 1999 con el auge de la Revolución Bolivariana ha apuntado precisamente a un cambio de reglas y a la conformación de incipientes formas de democracia participativa y protagónica que, a contracorriente y con condiciones materiales adversas, propone un nuevo tipo de ejercicio del poder, de economía y relaciones culturales, desde lo asambleario, desde lo popular y en estructuras alternas al poder constituido. Esta iniciativa lidia contra una pesada herencia que tiene expresión concreta en los territorios, en la forma de hacer política, en las formas de poder y en los sujetos políticos. El horizonte político termina alejándose siempre y las instancias de poder de la Revolución Bolivariana en los albores de la tercera década del siglo XXI siguen en deuda en la profundización de estos mecanismos de transferencia de poder y construcción de nuevas formas de relación.

El devenir de los años y el fogueo del chavismo en las instancias del poder nacional permitieron que el presidente Hugo Chávez promoviera nuevas formas concretas de gestión del poder local en constitución, que han tenido una evolución indiscutida, que ha calado como una nueva forma de hacer política desde lo profundo del país. Así, Consejos Comunales se alzaron en el horizonte político. También con ellos las Comunas como espacios geo-humanos para el ejercicio del poder en nuevas escalas territoriales y nuevas denominaciones y métodos político-administrativos.

Desde este ímpetu, pero también con la pesada herencia a cuestas, el chavismo se ha encaminado finalmente darle forma a la Toparquía, desde las realidades de este tiempo, como destino para construir un modelo propio.

REFERENCIAS
1 “El territorio es un concepto teórico y metodológico que explica y describe el desenvolvimiento espacial de las relaciones sociales que establecen los seres humanos en los ámbitos cultural, social, político o económico; es un referente empírico, pero también representa un concepto propio de la teoría”, cita textual de “El concepto del territorio y la investigación en las ciencias sociales”. Llanos-Hernández, Luis. Universidad Autónoma Chapingo. México (2010). Disponible en: http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1870-54722010000300001#:~:text=El%20territorio%20es%20un%20concepto,concepto%20propio%20de%20la%20teor%C3%ADa
2 Rodríguez fue ganado a la causa independentista debido a la lectura de los pensadores de la Ilustración; por lo que, en 1797, se ve vinculado al proyecto de emancipación inspirado por el pedagogo mallorquín Juan Bautista Picornell, en asociación con Manuel Gual y José María España. Luego del descubrimiento y fracaso de esta primera tentativa revolucionaria, Rodríguez es expulsado de Venezuela, donde no regresará jamás. En 1797, luego de su salida de Venezuela, se traslada a Kingston (Jamaica) donde residirá por algún tiempo y lugar en el que cambiará su nombre por el de Samuel Robinson, pero manteniendo las iniciales de su nombre “S.R”.
3 “Simón Rodríguez y la carta de la ‘Toparquía’”. Calzadilla, Juan. Revista Memorias de Venezuela (2016). Disponible en: https://memoriasdevenezuela.wordpress.com/2016/11/21/simon-rodriguez-y-la-carta-de-la-toparquia/
4 El Proyecto de la Monarquía Atemperada Inca en el Congreso de Tucumán”. Comunicación del académico de número Rosendo Fraga, en la sesión privada de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas. Argentina, (2016). Disponible en: https://www.ancmyp.org.ar/user/files/Fraga-D-16.pdf
5 Colombeia” Miranda, Francisco de, y Rodríguez de Alonso, Josefina. Ediciones de la presidencia de la República. Caracas (1978).
6 “Sociedades Americanas”. Rodríguez Simón. Fundación Biblioteca Ayacucho. Caracas (1990). Disponible en: https://books.google.co.ve/books?id=IBjTunj8t5IC&printsec=frontcover&hl=es#v=onepage&q&f=false
7 Pedagogo e intelectual brasileño (1921-1997). Aclamado en América Latina por representar la corriente de la educación emancipadora, especialmente desde la publicación de su libro Pedagogía del oprimido, considerada su obra principal.
8 Sociedades Americanas. Rodríguez, Simón. Fundación Biblioteca Ayacucho. Caracas (1990). Disponible en: https://books.google.co.ve/books?id=IBjTunj8t5IC&printsec=frontcover&hl=es#v=onepage&q&f=false
9 Armas, gérmenes y acero. Breve historia de la humanidad de los últimos 13.000 años. Diamond, Jared. DeBolsillo. Madrid (2004). Disponible en: https://galleton.net/index.php/es/libros-pdf/libros-varios/item/18702-armas-germenes-y-acero-pdf-jared-diamond
10 La llegada de Colon a América y la aparición de la imprenta son eventos que normalmente son referidos por los historiadores como los que signaron el fin del período medieval.
11 El cerro de Potosí, en el entonces Alto Perú (hoy Bolivia) fue el más importante yacimiento de plata en el subcontinente sudamericano y fue clave para la conformación del mercantilismo en Europa.
12 La Cosiata fue un movimiento liderado por José Antonio Páez que separó a Venezuela de la Gran Colombia, evento que se consolidó en 1830.
13 Fue el movimiento liderado por Cipriano Castro que en 1899 derrocó al Presidente Ignacio Andrade.
14 El paradigma de “modernidad” es un constructo teórico que con orígenes en el periodo de Ilustración impondría el modelo secular de sociedad, mediante su lógica de ciencia, progreso y nuevo ímpetu de la racionalidad. En política resumió las formas de divisiones de poderes según Montesquieu y la visión de otros pensadores como Voltaire y Rousseau.
15 Se entiende así a las tecnologías surgidas con la primera revolución industrial y la máquina de vapor, que consisten en la quema de materias primas de origen fósil como el petróleo, el carbón y el gas.
16 La Compañía Nacional Minera Petrolia del Táchira conocida también como la Compañía petrolera del Táchira o simplemente como “La petrolea” fue la primera compañía explotadora de petróleo en Venezuela, la cual realizó procesos artesanales y semiindustriales mediante la fabricación de kerosén en la Hacienda La Alquitrana. Esta compañía estaba registrada desde 1878.
17 The Politics of Oil in Venezuela. Tugwell, Franklin. Stanford University Press. U.S.A. (1975). Disponible en: https://www.jstor.org/stable/2148980?seq=1
18 De acuerdo a diversas fuentes que citan cifras del Banco Central de Venezuela, el 95% del ingreso en divisas a la economía venezolana para el año 2014 provenía de la exportación petrolera. Referencia: “Como afecta a Venezuela la caída global en el precio petrolero”. BBC (2014). Disponible en: https://www.bbc.com/mundo/noticias/2014/11/141117_venezuela_precio_petroleo_dp
19 Casas muertas. Otero Silva, Miguel. Ediciones El Nacional. Caracas (2001). p. 129. Disponible en: https://books.google.co.ve/books?id=rTJViEIt6X4C&printsec=frontcover&hl=es#v=onepage&q&f=false
20 “Crecimiento y Transformación de la Metrópoli de Caracas entre 1936 Y 2010: La disolución de la centralidad urbana en tres tiempos”. Herrera Napoleón, Carola. Universidad de Valladolid, Instituto Universitario de Urbanística. España (2013). Disponible en: https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/4328600.pdf
21 Tazón es un punto referencial situado en la Autopista Regional del Centro que representa el ingreso y salida de Caracas.
22 Es considerado el ideario fundacional del Movimiento Bolivariano Revolucionario 200 (MBR-200), un movimiento militar que se alzó en armas contra el gobierno de Carlos Andrés Pérez en 1992 y que dio inicio al liderazgo del Teniente Coronel Hugo Chávez en amplias capas sociales de Venezuela.
AUTOR
Franco Vielma
ASOCIADO