Buques de Reino Unido, Japón y Estados Unidos en maniobras conjuntas en el Mar de Filipinas

El conflicto estratégico del siglo XXI y sus efectos en América Latina

El 25 de febrero, a tan solo 31 días de haber asumido la más alta magistratura de su país, Joe Biden ordenó un bombardeo a Siria. El argumento fue el “ojo por ojo, diente por diente” ante acciones de las milicias chiíes contra objetivos estadounidenses. Así, una vez más, se manifestó el lenguaje imperial que es el que espera buena parte del establishment bipartidista de Estados Unidos, siempre ávido de incrementar sus ingresos provenientes de la venta de armas y drogas, sin importar cuánta sangre sea derramada para lograr sus objetivos.

La actuación de Biden sorprendió a inocentes e ignorantes que suponían que el presidente demócrata era diferente y que su llegada al poder iba significar un alivio para la convulsionada humanidad que se bate contra la pandemia por covid-19. Contrario a esas espurias esperanzas, ya antes de tomar posesión, Biden comenzó los juegos de guerra que auguran un futuro inmediato de extrema tensión en el planeta. En este contexto, el escenario principal de conflicto es el Mar de la China Meridional y la República Popular China, el principal enemigo para los afanes hegemónicos de Estados Unidos.

Esta definición quedó expresamente establecida en un documento dado a conocer por el Pentágono el 17 de diciembre del año pasado, cuando Biden ya era presidente electo y en que se asevera que China es la única amenaza estratégica para el dominio global de Estados Unidos, agregando que Rusia también representa un peligro en términos bélicos.

El documento denominado “Ventaja en el mar”[1], publicado por el Instituto Naval de Estados Unidos, fue definido como la estrategia marítima del país a partir de la integración del poder naval en todos los dominios y bajo coordinación conjunta de la  Armada, el Cuerpo de Marines y la Guardia Costera.

El escrito comienza caracterizando a Estados Unidos como una nación marítima, razón por la cual su seguridad y estabilidad depende de los océanos. Por ello, desde el fin de la Segunda Guerra mundial, junto a sus aliados y socios se dieron a la tarea de diseñar reglas que estructuraran el sistema internacional que ahora está en riesgo.

Esta consideración es la que ha llevado a la necesidad de diseñar “Ventaja en el Mar” como “estrategia marítima de tres servicios que se centra en China y Rusia, las dos amenazas más importantes para esta era de paz y prosperidad global”.  A partir de este análisis se ha priorizado competir con China debido a lo que denominan su creciente fuerza económica y militar, su agresividad y su “intención demostrada de dominar sus aguas regionales y rehacer el orden internacional a su favor”.

Por tanto, las fuerzas navales de Estados Unidos transmiten un ultimátum con el que pretenden obligar a China a actuar en términos aceptables para la potencia norteamericana, toda vez que de no hacerlo, se transformaría en una amenaza completa para Estados Unidos, sus aliados y “todas las naciones que apoyan un sistema libre y abierto”.

Según el documento: “Las acciones agresivas de China están socavando el orden internacional basado en reglas, mientras que su crecientes capacidades militares están erosionando las ventajas de Estados Unidos a un ritmo alarmante”. Pero como dice el investigador panameño Julio Yao: “Estados Unidos asume unilateralmente la responsabilidad de garantizar el tráfico marítimo en estas zonas de carácter mundial, ¡sin siquiera haber firmado la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar!”[2].

Según el documento, ahí radica el verdadero problema, las propias fuerzas armadas de Estados Unidos reconocen que están perdiendo las ventajas militares que le permitían imponer su hegemonía y su dominio. Esta situación es la que determina que las fuerzas navales deban “actuar con urgencia, claridad y visión para tomar las medidas audaces necesarias para revertir estas tendencias”.

Este análisis viene a ser la concreción de la política de los últimos tres presidentes de Estados Unidos, que sabiendo que la mayor debilidad de China viene dada por la necesidad de cubrir sus demandas comerciales, en particular las energéticas por vía marítima, han dado continuidad por más de 20 años a la transformación de las aguas adyacentes a China, en particular el Mar de la China Meridional, en el epicentro del conflicto global del siglo XXI.

La respuesta de China a “Ventaja en el Mar” vino desde el Instituto Nacional de Estudios del Mar Meridional de China. En un artículo bajo el título de “Evaluación china de la nueva estrategia naval de Estados Unidos”[3], suscrito por Shi Xiaoqin y Liu Xiaobo ex oficiales del Ejército Popular de Liberación (EPL), investigador el primero y director el segundo del Instituto de Investigación Naval Mundial, se esboza la opinión del gigante asiático a la amenaza de Estados Unidos.

En el horizonte, el portaaviones USS Ronald Reagan . (Foto: U.S. Navy / Flickr)

Establecen que llama la atención que el documento considere a China y a Rusia como oponentes, lo cual marca una clara diferencia respecto de la opinión naval que Estados Unidos tenía en 1982, en plena Guerra Fría. En esa medida, “Ventaja en el Mar” vendría a ser “el primer documento de estrategia marítima emitido después de la inauguración de la competencia estratégica chino-estadounidense”.

De ella se puede deducir que hay un esfuerzo por unificar el pensamiento de las diferentes fuerzas navales de Estados Unidos, lo cual da cuenta de que su estrategia naval ha quedado obsoleta y que debe cambiarla para buscar nuevas formas que le permitan enfrentar y vencer por el control de los mares. En cuanto a la evaluación de sus dos oponentes estratégicos, hacen constar la aceptación de Estados Unidos de la pérdida de su ventaja militar “a un ritmo asombroso”, por lo que resulta imperativo tomar medidas para revertir dicha tendencia.

Según los analistas chinos, es novedoso que a la tradicional idea de luchar por el control del mar, esta estrategia agregue la lucha en una “zona gris” que “incluye operaciones que caen por debajo de la intensidad de la guerra y operaciones que buscan obtener ganancias incrementales, como armar las redes sociales, infiltrarse en las cadenas de suministro globales y participar en conflictos espaciales y cibernéticos, etc”.

A diferencia de documentos similares elaborados en 2007 y 2015 que exponían la posibilidad de la cooperación global en los mares -a pesar de las diferencias- por parte de las potencias durante el siglo XXI, esta nueva versión apunta a luchar por el dominio del mar, lo cual según afirman Shi y Liu es expresión de un “realismo de principios” que “enfatiza la toma de la ventaja y el uso del poder militar tradicional para salvaguardar el orden internacional”. El peligro no es sólo que se identifique a China y Rusia como oponentes estratégicos sino que además el documento propone que Estados Unidos se haga cargo de “la libertad de navegación, la seguridad portuaria, el control de los cuellos de botella marítimos, la lucha por el mando del mar y el fortalecimiento de las alianzas”. En pocas palabras, se trata de darle alcance estratégico a la competencia marítima chino-estadounidense. El detalle es que dicha competencia sólo se libra en los mares adyacentes a China, toda vez que no hay un solo barco de la armada de ese país en las cercanías de las costas estadounidenses.

No obstante, en todo lo anterior, los investigadores chinos advierten que tras esta idea de disminución de la ventaja de Estados Unidos sobre China en el mar, se intenta dar una idea de debilidad que no se tiene, con el objetivo de buscar incrementar el gasto militar. Hay que recordar que durante un testimonio ante el Congreso en 2019, el Comandante del Comando Indo-Pacífico, Almirante Philip Davidson, pronunció un discurso titulado “Recuperar la ventaja”[4], orientado a demostrar que China se está acercando a Estados Unidos en cuanto a su poderío naval, lo cual se ha convertido en consenso de los estrategas en Washington.

Shi y Liu sostienen que la nueva estrategia estadounidense presenta un defecto importante: no toca el elemento estratégico más relevante de cómo enfrentar simultáneamente a dos grandes potencias navales, China y Rusia, porque, por muy poderosas que sean sus contingentes navales, no saben aún cómo distribuir sus fuerzas en un escenario de guerra naval tan amplio que incluya a los océanos Pacífico, Atlántico e Índico. Yo agregaría al Oceáno Ártico. Así mismo, si China y Rusia conforman una alianza, Estados Unidos no ha resuelto el problema de cómo llevar a cabo al mismo tiempo la confrontación en el este y el oeste.

Buques de la armada de la República Popular China. (Foto: Archivo / Medios)

La “Doctrina de Dominación Permanente” (DDP) lanzada en 1992, que no establecía con claridad cuáles iban a ser los rivales de la potencia norteamericana una vez eclipsado el mundo bipolar, dio paso a la “teoría del caos constructivo” durante el gobierno de George W. Bush, con la que Washington intentó afirmar su hegemonía tras los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001. En ese momento ya se enunciaba la necesidad de “cercar” a China[5].

De esta manera, la vía marítima redobló su primacía, llegando a un nivel de prioridad número uno cuando el presidente Obama formuló su doctrina de “Pivote asiático” que apuntaba a hacer un despliegue de instalaciones militares y medios de combate para impedir y/o limitar el abastecimiento energético de China por vía marítima en caso de un escalamiento del conflicto. De ahí, sólo hubo un paso a la mal llamada “guerra comercial” del presidente Trump que escaló aún más el conflicto.

La estrategia de “Ventaja en el mar” es lo que explica el incremento de la presencia naval de Estados Unidos en los mares adyacentes a China con el objetivo de realizar operaciones bajo el subterfugio de “proteger los derechos de navegación en esos espacios marítimos”. Según los investigadores chinos, frente a este inexorable reto, Beijing tiene que hacer un esfuerzo superior para controlar las provocaciones de Estados Unidos a través de cuatro formas. Primero, mantener la moderación estratégica, instando a Estados Unidos a reducir su hostilidad. En segundo lugar, mantener el buen funcionamiento de los canales de comunicación estratégicos y los mecanismos de control de crisis. Tercero, hacer esfuerzos por garantizar una unidad regional que garantice la paz y la seguridad del entorno y Cuarto, promover una gobernanza marítima global y regional que frene la intención de Estados Unidos de militarizar los mares.

En esta perspectiva, hace pocos meses atrás, en vísperas de la IX Conferencia sobre Seguridad Internacional, que se realizó en Moscú entre el 22 y el 24 de junio, el coronel general Alexander Fomin, viceministro de Defensa de Rusia, declaró en una entrevista para RT que se podía “observar la formación de un nuevo orden mundial”. Para sostener su punto de vista argumentaba que había una tendencia por llevar al mundo a una nueva Guerra Fría y a una nueva bipolaridad.

El viceministro ruso aseveró que en la actualidad se está produciendo “una destrucción sistemática del sistema establecido de relaciones internacionales [y] de la arquitectura de seguridad”, mientras paralelamente disminuye “el papel de las organizaciones internacionales como herramientas para la adopción colectiva de decisiones en el ámbito de la seguridad”. Con preocupación señalaba que estaban apareciendo novedosas armas que alteran de forma radical el equilibrio de poderes en el planeta, llevando el conflicto a un terreno distinto al tradicional, el cual incluye la consideración del espacio y el ciberespacio como escenarios de guerra, obligando a cambiar los principios y métodos para su ejecución[6].

Estas declaraciones, hechas por el segundo jefe de una de las fuerzas armadas más poderosas del planeta, deben ser tomadas en cuenta con mucha atención. Aunque apuntan a un análisis de largo plazo y se produjeron sólo unas semanas antes de la hecatombe estadounidense y de la OTAN en Afganistán, hay que observar que este hecho ha comenzado a generar una serie de tendencias interesantes en torno a la dinámica internacional global que deberían estudiarse en términos de coyuntura, sin obviar que también podrían tener influencia desde el punto de vista estratégico.

El “terremoto” en Afganistán ha provocado ondas expansivas que, a contrapelo de las tendencias de los últimos años, parecieran estar señalando un ambiente más positivo en el planeta. Sin querer “cantar victoria” ni “echar las campanas a volar”, tampoco se deben soslayar en el análisis, ciertos hechos positivos en el escenario internacional que, de transformarse en tendencia, podrían señalar un rumbo distinto para la humanidad, siempre y cuando China y Rusia sigan asumiendo su responsabilidad como garantes de la paz y la estabilidad mundial.

Pareciera que el mayor impacto de este hecho se ha producido en Europa. A la huída abrupta de Afganistán se le ha venido a sumar la creación de la alianza AUKUS (Australia, Reino Unidos y Estados Unidos) y el rompimiento de un contrato de Australia con Francia para fabricar submarinos, que fue sustituido por otro firmado con Estados Unidos, lo cual ha venido a echar leña al fuego de la confrontación intereuropea en torno al futuro a seguir en materia de seguridad y defensa.

El día 3 de septiembre, el alto representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, Josep Borrell, instó a los países del bloque a crear una fuerza militar de reacción rápido capaz de intervenir en acontecimientos como los registrados en Afganistán. Con el argumento de que contar con una mayor defensa europea nunca había sido tan evidente, Borrell apuntó al imperativo de crear una fuerza militar europea autónoma de reacción rápida para actuar fuera de las fronteras reduciendo la dependencia de Estados Unidos[7].

Como estamos hablando de hechos extravagantes, la respuesta a Borrell vino ni más ni menos que del secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, quien dos días después opinó que la creación de una fuerza de reacción rápida podría “dividir a Europa”. Stoltenberg se mostró a favor de elevar los instrumentos europeos en materia de defensa, pero sin que estos “sobrecarguen los escasos recursos” de los aliados de la OTAN. Su argumento se basa en que siendo válido que Europa haga mayores esfuerzos para su defensa, estos nunca van a reemplazar a la OTAN, por lo que el viejo continente debería asegurarse permanecer unido a Estados Unidos[8].

Militares estadounidenses se retiran de Afganistán. (Foto: John Moore / Getty Images)

El renacimiento de la doctrina De Gaulle, que opone el europeísimo al atlantismo de la OTAN, pone de relieve las grandes contradicciones que aquejan a las élites europeas, augurando un debate de imprevisibles consecuencias. Por otra parte, la finalización de la construcción y pronta puesta en marcha del gasoducto Nord Stream 2 que enviará gas desde Rusia a Europa a través del Mar Báltico evitando a Ucrania, sin que Estados Unidos haya podido impedirlo a pesar de las sanciones y los frenos para llevar el proyecto a feliz término, se ha transformado en otro punto de conflicto en el entramado de poder de Occidente. El proyecto duplicará el suministro de gas ruso que Europa recibe, incrementándolo hasta 110.000 millones de metros cúbicos al año en un momento de crisis energética de Europa que ha llevado incluso a triplicar los precios de la energía.

En este contexto, vale resaltar las declaraciones del general John Hyten, vicepresidente del Estado Mayor Conjunto de Estados Unidos, quien en una videoconferencia el pasado martes 14 de septiembre para el Instituto Brookings, señaló que el objetivo de su país debía ser evitar una guerra con Rusia o con China, ya que, en caso contrario, las consecuencias devastadoras no sólo se dejarían sentir en los países implicados, sino en todo el planeta. En este sentido, informó que Estados Unidos está llevando a cabo “conversaciones de estabilidad estratégica con Rusia” para mantenerse al día sobre el sector nuclear y el ámbito espacial. Asimismo, el general estadounidense consideró sumamente importante entablar este tipo de diálogo con la parte china. Afirmó que: “Por muy diferentes que seamos, tenemos un objetivo mutuo fundamental: el de no entrar nunca en guerra entre nosotros”[9]. Tal vez, la conversación telefónica que el presidente Biden hizo a su colega chino y Xi Jinping el 10 de septiembre pasado se inscribe en esta lógica de búsqueda de tal “estabilidad estratégica”.

Evaluar que una guerra contra China y Rusia podría conducir a una derrota, o cuando menos a “consecuencias devastadoras”, inaugura una nueva época en el tradicional discurso guerrerista y triunfalista que ha caracterizado a los altos mandos del Pentágono en las últimas décadas y señala un cambio -al menos retórico- en su impronta belicista. Si bien es cierto que se deben saludar estas manifestaciones de distensión en el escenario de la confrontación global entre las potencias, los países del sur deben mantenerse alerta porque estas aseveraciones está relacionadas con el intento de impedir una confrontación directa entre poderes mundiales, además de abrir ciertos espacios a la negociación y la cooperación entre ellos. Sin embargo, el talante agresivo de los países imperialistas y colonialistas no se ha modificado y sobre todo en América Latina siguen mostrando su condición intervencionista, belicosa y pendenciera.

Nuestra región es, lamentablemente, la más atrasada y retrograda del planeta en materia de integración. Mientras los otros continentes avanzan construyendo mecanismos variados de integración que han llegado incluso al status de Unión en Europa y África, América Latina se caracteriza por la división y la dispersión. La causa emana del nefasto papel que han jugado las oligarquías locales que asumieron el control de las nacientes repúblicas independientes a comienzos del siglo XIX.

Su talante colonialista y subordinado a los poderes imperiales -que aún hoy subsiste- han sido un obstáculo y un freno para estimular el espíritu de integración de nuestros pueblos. La historia de las relaciones internacionales de América es la historia de la confrontación entre el pensamiento panamericano-monroista, sustentado en una integración subordinada a Estados Unidos, y la idea bolivariana, nuestra americana, a partir de la mirada de José Martí, que es una integración entre iguales independientemente de sus dimensiones geográficas, su población y el tamaño de su economía. Esa diatriba aún hoy no está resuelta.

Y en tanto no esté resuelta, difícilmente nos podremos presentar al mundo como un bloque cohesionado que tenga presencia y poder de decisión en el mundo del mañana. La integración hispanoamericana propuesta por Bolívar y calurosamente acogida y promovida por el presidente mexicano Guadalupe Victoria, que tuvo su primer escalón en el Congreso de Panamá de 1826, no pudo tener continuidad como se lo habían propuesto los líderes de la época en Tacubaya, aquí en México, tal como había sido acordado en Panamá. Las oligarquías ya habían iniciado su labor de zapa.

La idea bolivariana de integración quedó detenida en el tiempo después de la muerte del Libertador en 1830, parecía que estaba totalmente derrotada y que ya no podría tener espacio en nuestro continente. Esta idea que supone que los latinoamericanos y caribeños de todas las latitudes debemos estar unidos estuvo desaparecida de los proyectos de futuro para nuestra región. Sin embargo, ya en el Siglo XIX y en parte del XX hubo intentos de prolongar la idea de Bolívar; en los años 1847-48, se hizo un congreso americano en Lima que tuvo continuidad en otros dos realizados en 1856-1857 en Santiago de Chile y en 1864-1865 en Lima, en los que participantes de diversos países se reunieron para no dejar morir el sueño bolivariano y retomar el ideal de unidad.

La IV Cumbre de la Celac en Ciudad de México, año 2021. (Foto: Medios / Archivo)

Tuvo más fuerza y recursos la idea monroista que concretó en 1889-1990 la primera conferencia panamericana realizada en Washington bajo égida de Estados Unidos. Esta propuesta que tuvo continuidad en nueve conferencias ordinarias y tres especiales dio paso en 1947 a la creación del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca y en 1948 a la Organización de Estados Americanos como concreción estructural del modelo de integración subordinado a Washington. Nótese que primero se creó el instrumento militar y después el político como armas de sujeción a Estados Unidos de los países de Nuestra América.

No voy a hablar en este escenario y de lo que ello ha significado a lo largo de casi tres cuartos de siglo para nuestros pueblos. Pero sí decir que el paradigma bolivariano que había quedado detenido en la historia tuvo nuevo impulso a partir de la llegada al poder del Comandante Hugo Chávez en 1999, que fue seguido por una pléyade de hombres y mujeres quienes con una superior identidad nuestramericana se dieron a la tarea de retomar los ideales que nos legaron nuestros fundadores.

Así surgió Unasur, el Alba, Petrocaribe y Celac, esta última como paraguas que cubre a todos los pueblos de la región. Fue precisamente en México, en la Riviera Maya donde en 2010 se unificaron los mecanismos hasta entonces existentes para que al año siguiente en Caracas se realizara la primera Cumbre de la Celac. Lo que se detuvo en Tacubaya, México, continuó en la Riviera Maya, México. Lo que comenzó el más ilustre venezolano, el Libertador Simón Bolívar, tuvo continuidad y concreción bajo la presidencia del más ilustre venezolano de los tiempos modernos, el Comandante Hugo Chávez.

En pocos años, la Celac obtuvo el reconocimiento de las mayores potencias globales. En julio de 2014 en Brasilia se celebró una reunión de jefes de Estado y de Gobierno de China con el Cuarteto de la Comunidad de Estados Latinoamericanos dando origen a los foros China-Celac que dieron reconocimiento del gigante asiático a la nueva organización. Similar reunión se realizó en Sochi, Rusia, en noviembre de 2016 ente el cuarteto de Celac y la potencia euroasiática. En dicho evento el canciller ruso afirmó que: “Nos une el entendimiento sobre la falta de alternativa a la democratización de la vida internacional y al papel coordinador de la ONU, así como la inadmisibilidad de injerencias en los asuntos internos de los Estados soberanos”((Rusia y la CELAC, juntas por un orden mundial multipolar en https://www.eleconomista.net/actualidad/Rusia-y-la-CELAC-juntas-por-un-orden-mundial-multipolar-20161114-0067.html ). Antes ya se había realizado la I Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños y la Unión Europea en Santiago, Chile, los días 26 y 27 de enero de 2013.

De esta manera, la Celac y la integración nuestramericana se abrían paso en el escenario global en el que por primera vez en la historia nuestra región comenzaba a tener voz propia, reconocida por los poderes globales, con la sola excepción de Estados Unidos, que no sólo no lo aceptaba, sino que también la torpedeaba con toda la fuerza de sus recursos financieros, políticos, militares y diplomáticos. Una vez más las oligarquías se conjuraron para paralizar el proceso y retrotraer la historia.

Y así fue por algunos años, pero si desde el golpe de Estado en Chile y la muerte heroica del presidente Allende hasta la victoria del Comandante Chávez pasaron 25 años; ahor,a en sólo 4 años, el peronismo retornó al poder en Argentina, el MAS recuperó el gobierno usurpado por una minoría fascista aupada por la OEA durante un año, al mismo tiempo que la llegada al gobierno de México de Andrés Manuel López Obrador, dinamizó los procesos de integración, dio oxígeno a la democracia y propició un nuevo acercamiento de los pueblos. El presidente López Obrador, fiel continuador de Guadalupe Victoria retomó el rol protagónico de México como hermano mayor de la integración latinoamericana. Todos debemos aplaudirlo y agradecerlo.

Otros líderes de la región se han sumado al proceso, Pedro Castillo en Perú y Philip Joseph Pierre en Santa Lucía, este último como expresión de la voluntad integracionista de ese Caribe irredento que no se vende ni se deja llevar ante los cánticos de sirena imperiales que han logrado atraer transitoriamente a algunos líderes de mentalidad colonial. Pero, debo decirlo sin ambages de soberbia, y sí con un orgullo que me desborda, todo ha sido posible también por la decisión de lucha y la resistencia ilimitada de los pueblos de Cuba, Nicaragua y Venezuela sin las cuales posiblemente ni siquiera estaríamos aquí.

Hay razones de orden histórico, político y geopolítico para comprender el desenfreno estadounidense en la exposición de su odio y su agresividad contra estos tres países hermanos. La primera, la razón histórica, viene dada por el papel que Simón Bolívar, venezolano, José Martí, cubano y Augusto C. Sandino, nicaragüense, jugaron en el desenmascaramiento del carácter imperial, pendenciero e intervencionista de Estados Unidos en la región. Nicaragua y Cuba le propinaron las primeras derrotas militares a Estados Unidos en la región en 1933 y 1961. La razón política se sustenta en los procesos populares, de defensa de la soberanía nacional y autodeterminación que sus pueblos iniciaron en 1959, 1979 y 1999, bajo el liderazgo de Fidel Castro, Daniel Ortega y Hugo Chávez. Finalmente, la razón geopolítica proviene de la constatación de que estos tres países son los únicos de la región que están dotados de armamento ruso, lo cual los hace autónomos de Estados Unidos en materia de seguridad y defensa, independientes y originarios en la definición de sus doctrinas militares.

Así, en este mundo tan convulso que vivimos, en este planeta que parece estremecerse ante cada sacudón imperialista, que tiene en la confrontación de Estados Unidos contra China el conflicto más relevante del siglo XXI, América Latina y el Caribe deben apresurar el paso de su integración que en los tiempos más recientes nos ha señalado este México lindo y querido donde hoy nos encontramos.

La primera tarea de nuestros pueblos es conquistar el gobierno y ojalá el poder, para construir desde ahí el ideal de integración y dar continuidad al sueño truncado del Libertador. Estamos en buen camino y lo vamos a lograr, sobre todo a partir de 2023 cuando Lula sea presidente una vez más y por primera vez en la historia de poco más de 200 años desde la independencia, los dos grandes de la región, Brasil y México, estén en la misma trinchera, señalando el camino y trazando la ruta bajo la mirada señera de Bolívar y de los que nos dieron patria y libertad. Esta es una tarea de todos y todos debemos estar, es deber de cada uno de nosotros hacer que así sea.   


Este texto refleja la ponencia del autor en el Seminario Internacional “Los partidos políticos y una nueva sociedad”, organizado por el Partido del Trabajo de México y realizado en Ciudad de México del 21 al 23 de octubre de 2021.

REFERENCIAS
1 Departamento de Defensa de Estados Unidos “Advantage at sea. Prevailing with Integrated All-Domain Naval Power” en https://media.defense.gov/2020/Dec/16/2002553074/-1/-1/0/TRISERVICESTRATEGY.PDF
2 Yao, Julio “Es Estados Unidos, no China” en http://www.redescristianas.net/es-estados-unidos-no-chinajulio-yao/
3 Shi Xiaoqin and Liu Xiaobo “Chinese Assessment of New U.S. Naval Strategy” en https://news.usni.org/2021/02/19/chinese-assessment-of-new-u-s-naval-strategy
4 “Ocaso: el fracaso del control de Estados Unidos y el futuro multipolar” en https://thetricontinental.org/es/dossier-35-ocaso/
5 Ver Rodríguez Gelfenstein, Sergio. “De Bush a Trump. De la guerra contra el terrorismo a la “guerra comercial”. Acercándonos Ediciones. Buenos Aires, 2021.
6 “Viceministro de Defensa ruso advierte que se está formando ´un nuevo orden mundial´ en el que “los países son arrastrados a una nueva guerra fría” en https://actualidad.rt.com/actualidad/394084-viceministro-defensa-ruso-decir-formarse-nueva-orden-mundial
7 “UE. Borrell insiste en una fuerza rápida europea para mayor autonomía en crisis como la de Afganistán” en https://www.europapress.es/eseuropa/noticia-ue-borrell-insiste-fuerza-rapida-europea-mayor-autonomia-crisis-afganistan-20210902180307.html
8 “El Ejército europeo podría “dividir a Europa”, asevera el secretario general de la OTAN” en https://actualidad.rt.com/actualidad/402932-stoltenberg-ejercito-europeo-dividir-europa
9 Rodríguez Gelfenstein, Sergio, “¿Hacia un nuevo orden mundial?” en https://ultimasnoticias.com.ve/noticias/opinion/hacia-un-nuevo-orden-mundial/
AUTOR
Sergio Rodríguez Gelfenstein
ASOCIADO