Trabajo en un campo de frijoles en el interior de Venezuela

Aportes históricos del conuco para una cultura comunal (I)

Introducción

La construcción del poder comunal en la Revolución Bolivariana requiere acudir a los datos que residen en la intracultura venezolana y latinocaribeña. Es urgente y necesario separarse de las concepciones de la modernidad capitalista, que son deletéreas para las clases populares, al mismo tiempo que se oportuna una relectura de la historia de un sistema de producción alimentario que tiene cómo ser la base material de la otra cultura, se trata del conuco.

Como aporte a una discusión que permita analizar los elementos históricos que han conformado la memoria biocultural conuquera, y que permiten apuntar a una cultura de resistencia no solo alimentaria, sino también comunal, se han establecido algunas dimensiones que no pretenden inamovilidad, sino referenciar dónde, quiénes y cómo ha persistido el conuco en el desandar del sujeto histórico que somos los pobres.

En función de la narrativa histórica-cultural se procura destacar los elementos que han conformado a este sistema diversificado de producción vegetal local —no solo como sistema agrícola, sino como propuesta cultural que enfile a un nuevo modo de producción—, mediante una entrevista al antropólogo Arturo Jaimes[1] y la revisión del libro Historia Socio-cultural de la Economía Venezolana: 14.500 años anp-2010, del profesor Mario Sanoja Obediente.

1. Lo territorial

¿Cómo ha llegado a influir la cultura conuquera en el ordenamiento territorial incipiente de la Venezuela antes de la aparición del petróleo? ¿Qué elementos de dicha ordenación, incluyendo al latifundio, están presentes en la Venezuela actual? ¿Cómo se entiende la transición desde la plantación al latifundio vista desde el poder? ¿Se puede iniciar esa cultura en las ciudades venezolanas hoy en día?

A. Jaimes: Cuando iniciaba la invasión española el territorio de la actual Venezuela (o Provincia de Venezuela que se crea pasando el año 1500), estaba configurado en función de la distribución de la confederación arawak caquetío jirahara, ayamán y otras etnias en el occidente de Venezuela. Esa gran confederación incluía los territorios de parte del actual Zulia, el Valle de Upar (Valledupar) colombiano, la Guajira, las Islas ABC (Aruba, Bonaire y Curazao), Falcón, Lara, Cojedes, parte de Carabobo, Yaracuy, Barinas, Portuguesa, Apure y el norte del Caquetá colombiano.

Debido a las condiciones socioculturales de esas comunidades Arawak, en ese gran espacio territorial el conuco era parte del sistema de producción agrícola que, por una parte abarcaba la rotación de cultivo debido a los cambios climáticos y las condiciones de sabana o de tierras bajas, pero que además estaban organizados en sociedades cacicales o jerárquicas.

Se sabe que tenían ciudades en los espacios que hoy ocupan Barquisimeto, El Tocuyo, Carora, Coro, Churuguara, Acarigua, Barinas, que fueron centros importantes de desarrollo político que dependían económicamente de micro poblados de su entorno, en los que el conuco formaba parte del sustento del sistema político jerarquizado. En ese entonces habían varias capitales importantes en la confederación caquetía-jirahara (llamada arawak por su tronco matriz lingüístico), de hecho, tales centros de poder son reportados por Nikolaus Federmann en las primeras incursiones alemanas al territorio, este militar observó y detalló que, por ejemplo, en Barquisimeto había un ejército conformado por más de 500 hombres armados.

La configuración estructural-política y social de estas comunidades era tal que, en presencia de una eventual amenaza bélica, podían formar ejércitos, como ocurrió una vez iniciado el conflicto contra el invasor.

En el caso andino, hubo una dependencia, de carácter jerárquico estructurado, de comunidades importantes del pueblo chibcha de la actual Colombia y el norte de Ecuador y Perú que formaron parte de esta gran configuración altoandina la cual también contaba con una estructura conuquera como base económica o sustento fundamental de esas comunidades.

En cuanto al llano amazónico ocurrió algo parecido; sin embargo, la estructura no era jerárquica, sino igualitaria y los territorios eran dependientes del cambio estacional debido a la dinámica de los ríos de aguas blancas, que son los provenientes de los Andes. Esas grandes inundaciones hizo que las comunidades ejercieran rotación y, con ello, el territorio tuviera una significación distinta, así los conucos también iban cambiando de ubicación. Se trataba también de unidades de producción rotativas que permitían el sustento de estas comunidades que, a diferencia de otras, no contaban con la presencia del maíz, no mantenían relaciones comerciales ni eran demográficamente grandes.

Familia de indios churruyes, un pueblo originario que solía desplazarse por los llanos de Colombia y Venezuela. (Foto: Colección José María Gutiérrez de Alba / Biblioteca Luis Ángel Arango)

La configuración inicial del territorio está vinculada a la estructura social y política de estas comunidades indígenas que tenían varios centros de poder. Así lo denotaron los conquistadores y la arqueología, esta ha corroborado mediante elementos de carácter científico que los conucos eran las unidades fundamentales de producción. Si se analiza desde lo social-jerárquico se aprecia que no se trataba de unidades de producción intensiva con rubros o técnicas únicas, sino basadas en la diversidad de patrones y procesos ecológicos locales.

En los Llanos, por ejemplo, el manejo hidráulico se realizó con estructuras que en la actualidad se corresponden muy bien con obras de ingeniería hidráulica, se construyeron camellones, calzadas y canales de riego. En Falcón, debido a las condiciones propias de precipitación, se realizaron adaptaciones similares que permitieron el amplio desarrollo demográfico de estas sociedades en territorios áridos.

Tanto en el norte costero como al sur en los llanos ha habido fluctuaciones periódicas de precipitaciones que exigen un manejo eficiente y una ingeniería de las aguas, esto se hizo más importante con la introducción de especies foráneas a los conucos, lo que permitió el control de los espacios y la producción.

Lo etnológico-cultural de cada biorregión está muy ligado a la producción agrícola conuquera, se acuña el término “agroétnico” para señalar cómo ello ha definido que cada población de cada región se modela culturalmente en función de lo que produce y que, a su vez, esa producción está modelada por la cultura de cada etnia. La relación entre ecosistema y producción local es característica del conuco.

Sobre la base de esa configuración histórica previa a la imposición colonial, al crearse la Provincia de Venezuela el ordenamiento territorial se fundamenta sobre las instancias gubernamentales de la iglesia. El oriente del país se ordena según la ubicación de las diócesis y misiones y, en el caso del occidente y el centro, según la responsabilidad de la iglesia en ciudades fundadas sobre la base del contingente indígena.

Se dio una relación estrecha entre la nueva configuración de la Provincia de Venezuela (con capital en Coro, luego en El Tocuyo y finalmente en Caracas) y la configuración económica o socioeconómica que existía previamente.

El conuco siguió practicándose de manera importante a pesar de que los colonizadores consumían los productos importados y la producción local de alimentos era escasamente tomada en cuenta. El suministro europeo era lo que permitía a la comunidad de conquistadores surtirse hasta que se agotó la importación y no les quedó otra que probar los recursos locales. Un ejemplo lo constituye la sustitución del aceite de oliva por el aceite de tortuga en la Orinoquia; asimismo, pasó con algunos frutos que eran consumidos con desgano por los colonizadores.

Cuando la figura política de Provincia pasa a Capitanía, se fundan más ciudades y se establece la nueva división del territorio en función del proceso extractivo. La división política evoluciona en función del rubro de exportación que era el cacao, con amplia extensión de plantación y visión agrotecnológica, aunque primitivas.

La ampliación de cultivos para una mayor exportación —dada por la coordinación entre la metrópoli y la Casa Guipuzcoana, más otras casas de comercio escocesas—, es lo que impide la posibilidad de comercio entre las provincias de la colonia, esto debido a que la visión económica era monopólica.

El ganado caprino y vacuno fue introducido vía la Guajira y desde allí a los Llanos, ello cambia la distribución territorial debido a que la producción de carne también se masifica en función de la exportación hacia la metrópoli. Esto permanece en el tránsito de Provincia a Capitanía como parte del Virreinato cuya capital estaba en Bogotá, sin embargo, al pasar a convertirse en la Gran Colombia se incluye el pensamiento bolivariano a través del Discurso ante el Congreso de Angostura: “Nosotros ni aun conservamos los vestigios de lo que fue en otro tiempo: no somos Europeos, no somos Indios, sino una especie media entre los Aborígenes y los Españoles. Americanos por nacimiento y Europeos por derechos, nos hallamos en el conflicto de disputar a los naturales los títulos de posesión, y de mantenernos en el país que nos vio nacer contra la oposición de los invasores; así, nuestro caso es el mas extraordinario y complicado”.

Bolívar concibe al arraigo territorial como parte importante de la producción y se preocupa por la extracción de naturaleza, en particular así lo hace ver en el Decreto de Chuquisaca de 1825, donde ordena dar respuestas de solución a los problemas que causaba la explotación de las pieles de animales y la deforestación producto de la demanda de tierra y madera para impulsar una economía que ya era extractiva.

El latifundio suplanta al conuco en la proporcionalidad de la propiedad territorial; sin embargo, este sigue siendo parte fundamental de las unidades productivas en las comunidades aledañas a las ciudades, la configuración consistía en un centro capital y los aledaños, ese centro estaba conformado por una plaza central, iglesia, cabildo, poder político, oligarquía, monopolios, producción y todo concentrado en una clase que concebía el desarrollo económico en ampliar la producción para la exportación.

El latifundio significó la expansión de la extracción agrícola de la hacienda para el comercio que sustentó el desarrollo de las oligarquías en la economía colonial, la producción alimentaria no estaba concebida como clave para el mercado, sino que el territorio fue concebido como enclave de producción intensiva de mercancías demandadas en el mercado europeo. La centralización de ese comercio por parte de la Corona a través de la Casa Guipuzcoana fue el detonante de disenso por parte de los grandes latifundistas que derivó al proceso independentista.

Casa de la Compañía Guipuzcoana, ubicada en La Guaira. (Foto: Colección Bernardo Estornés Lasa)

Así escaló la producción de cacao, también de café vinculado a este por la sombra en los piedemontes de Táchira, Mérida, Trujillo, Carabobo, Turimiquire (Sucre) y Tucupita, hasta que el café lo sustituyó por ser su producción más continua. Dicha producción dual luego sería combinada, en pleno auge del latifundio, con la introducción de la caña de azúcar, cuya “explosión” sigue siendo importante en el desarrollo económico productivo, incluso por encima de alimentos como la carne.

No siendo alimento, pero sí nueva en el planeta, el azúcar fue muy aceptada y consumida en Europa, donde no era posible producirla. Así se exportó el ron, la propia azúcar y también la melaza para alimentación de ganado.

A partir de esa triada (cacao, café y caña) el territorio venezolano fue moldeado por las oligarquías en función de participar en mercados de América Latina y el Caribe, también alinearon en función de Europa la extracción desde el Pacífico por parte de Portugal.

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Giraldo (2018) va más allá de la visión darwiniana que mira a la evolución como la adaptación óptima de la especie humana a un mundo preexistente, plantea más bien “un proceso satisfactorio de codeterminación más o menos satisfactoria en la que coevolucionaron las culturas, los animales y los cultivos domésticos”.

Afirma, basándose en planteamientos de Maturana y Varela, que la coevolución entre sociedades y naturaleza existe debido a una historia común en la que una “conexión estructural” entre ambas ha aportado estabilidad a la relación.

La naturaleza humana depende de la cultura y esta a su vez se ha formado, creado y recreado en un acoplamiento permanente con la naturaleza, con éxitos y fracasos. De allí que nuestra especie domesticara algunas semillas y animales y que la agricultura sea un proceso coevolutivo y ecocultural dependiente de la memoria popular, un acoplamiento estructural.

A este respecto Sanoja Obediente señala que “El cultivo o domesticación de las especies naturales no es una variable causativa autónoma, sino una consecuencia de los procesos ampliados de sedentarización, del desarrollo de las fuerzas productivas y de la producción de espacios sociales que consolidan la territorialidad”.

Los espacios territoriales habitados y las comunidades originarias han experimentado cambios sinérgicos en los que la cultura y los procesos naturales interactúan, la expresión concreta de tal interacción son las especies domesticadas mediante la práctica agrícola, distribuidas en función tanto de las formas socioculturales que han existido como de los patrones y procesos ecológicos.

De allí que el patrón de distribución y concentración territorial de la mayoría de las especies botánicas y animales domesticables en Venezuela respondía a la dispersión territorial de los grupos de familias lingüísticas.

El antropólogo resalta que la división territorial de la nación venezolana se configuró a partir de las regiones geohistóricas aborígenes como producto de la dinámica social de las etnias antiguas venezolanas, su diversidad étnica y cultural y los diferentes niveles de desarrollo en sus fuerzas productivas alcanzados para el siglo XVI, a saber:

  1. La cuenca del lago de Maracaibo
  2. La región andina
  3. El noroeste
  4. Los llanos altos occidentales
  5. La región centro-costera (valle de Caracas, valles de Aragua, Carabobo y Miranda, la cuenca del lago de Valencia, la región nor-litoral y las islas vecinas)
  6. La región oriental, dividida, a su vez, en dos grandes subregiones:
    1. La cuenca del Orinoco o territorio Guayana-Amazonas.
    2. El noreste o región de Paria.

La delimitación territorial de las regiones geohistóricas aborígenes reflejaba la diversidad étnica y cultural de las poblaciones indígenas, y el régimen colonial lo adoptó en el proceso de colonización e institucionalizó la desposesión mediante un nuevo régimen de propiedad a los sujetos indígenas que habían sido sus antiguos poseedores, así impuso la condición extractiva y alteró dicha configuración en función del régimen de encomiendas. Este “marcó el inicio de la formación territorial agraria en Venezuela, proceso sobre el cual se fundamenta el surgimiento del modo de vida colonial mercantil” (Sanoja Obediente, 2010).

La compra-venta de la fuerza de trabajo individual fue transada en dinero o especies, entre encomenderos y posteriormente hacendados o patrones y los peones indios, negros o mestizos libres, hombres y mujeres, que ingresaban al mercado laboral. Así se sustituyó el trabajo colectivo y solidario, clave intracultural del conuco, por nuevas relaciones de producción capitalistas basadas en escalas salariales y jerarquías sociales para las diferentes ocupaciones.

La concentración de la propiedad territorial se intensificó durante el siglo XVII y “se fue acentuando progresivamente en los siglos XVIII y XIX, hasta alcanzar su clímax en las tres primeras décadas del siglo XX” y fue el motor de la agricultura colonial. El conuco era una de las tres formas socioeconómicas que describe Sanoja Obediente. Sus procesos de trabajo derivaban de la forma más importante que era la plantación, cuya producción, basada en el trabajo esclavo, estaba destinada básicamente al mercado, tanto exterior como doméstico. Los indios y esclavos libres producían cacao, algodón y tabaco, destinados también al mercado en unidades productivas llamadas “haciendillas” o conucos. La tercera forma, unidad destinada a la agricultura de subsistencia de productos para el autoconsumo tales como el maíz, la yuca, las leguminosas y los tubérculos. Esta última forma es la que se consideró como conuco posteriormente.

La distribución étnica territorial se estableció en función de la utilización intensiva de la mano de obra esclava en las plantaciones. Afirma Sanoja Obediente que “el monocultivo del café y caña de azúcar determinó la gran centración de población afrovenezolana que también practicaba el policultivo de conuco para producir alimentos de mesa, leña utilizada como combustible, hecho que tuvo gran importancia en las rebeliones, fugas y guerrillas de esclavos (as) que precedieron la declaración de Independencia el 5 de Julio de 1811 así como las rebeliones tanto a favor como contra de la insurgencia emancipadora de los mantuanos blancos”.

Una parte de los esclavos que huía de la esclavitud desde el siglo XVI formó comunidades autónomas o “cumbes” en los bosques, montañas y llanuras, dicho sistema de organización territorial, que cubría prácticamente todo el norte de Venezuela, representó “otra forma de colonización del territorio venezolano que tuvo también una gran importancia económica para la formación de la nación venezolana” (Sanoja Obediente, 2010).

Asociados con los antiguos resguardos o pueblos de indios en actividades productivas y comercio, se conformó un tejido conectivo que vinculaba las zonas rurales, el campo, con las ciudades y las urbes cuya ocupación se aceleró en el siglo XX con la “revolución petrolera” y conforma hasta hoy la mayoría de la población de las ciudades, pobre, discriminada y excluida.

Alrededor de centros urbanos como Barcelona y Cumaná se mantuvieron numerosos pueblos de misión que agrupaban poblaciones de filiación caribe. Unos trabajaban en las casas de los criollos, en tanto que otros se dedicaban a trabajos productivos como el cultivo en conucos urbanos y otras actividades económicas que “no solo vinculaban a las comunidades indígenas a los circuitos de producción, distribución cambio y consumo, sino que hacía su existencia necesaria para la reproducción de la vida cotidiana en las zonas urbanas y rurales” (Sanoja Obediente, 2010).

El investigador deja claro que la configuración territorial y étnica venezolana se estableció a partir del tipo de producción agropecuaria, lo cual se resume en la tabla 1. De toda esta producción agropecuaria, la del café adquirió primacía en el comercio de exportación, seguido por el cacao, el tabaco, melazas, algodón, cuero, mulas, y las semillas de dividive (Caesalpinia coriaria) utilizada en el exterior (Estados Unidos, Alemania) para la industria de curtiembre de cueros.

Tabla 1. Distribución de los enclaves territoriales según los rubros de exportación según Sanoja Obediente (2010)[2]

Rubro para exportaciónZonas de explotación
CacaoBarlovento, Aragua, Coro, Maracaibo y el piedemonte andino
AñilProvincia de Caracas (Regiones Capital y Central)
TabacoBarinas, Maracaibo, Barquisimeto y en las provincias del noreste de Venezuela
Caña de azúcarBarlovento, los valles de la cuenca del lago de Valencia (Aragua y Carabobo), Yaracuy, Maracaibo, Trujillo, Barquisimeto y el noreste de Venezuela
CaféCaracas, Aragua, los Andes y norte de Barcelona;
Cría de ganado vacuno, caballar y mularLlanos y Guayana
Enclaves territoriales según rubros

2. Lo étnico-social

¿Qué elementos cosmogónicos se integran en el conuco venezolano? ¿Cuáles elementos de la cultura del trabajo afectivo-colectivo (cayapa, mano vuelta, etc.), contrapuestos a la cultura extractiva y especulativa, se han logrado preservar a través de las formas asociativas en torno al conuco? ¿Cuáles han sido sus aportes a la resistencia de la población venezolana ante el asedio extranjero que aplican las principales metrópolis del mundo?

A. Jaimes: Todas las actividades que tienen que ver con el entorno, y que involucran la actividad colectiva que implican a la tierra y la producción de alimentos, se desarrollaban en agradecimiento constante de parte de las comunidades originarias. Se llevaban a cabo una importante cantidad de ceremonias, rituales y festividades vinculadas con la cosecha y en agradecimiento a las deidades o entidades cosmogónicas que eran situadas en el entorno de la producción vegetal, mayoritariamente.

En el caso de la producción animal se ha descrito cómo muchos clanes de la etnia wayuu, que se desenvuelven en las grandes familias o linajes, tienen nombres o símbolos vinculados directamente a toros, vacas o becerros.

Las festividades han sido cooptadas por la tradición católica al punto que en la costa venezolana y en los llanos poseen alta vinculación con la “fecundidad” de la tierra. Las advocaciones de la virgen como la del Valle, Coromoto, etcétera, en el fondo son producto de la hibridación de celebraciones a antiguos dioses y de las relaciones que ya existían con la naturaleza.

Hay una relación rica entre naturaleza, clima, tierra, madre, producción y agradecimiento, en particular existe una festividad que es sumamente interesante en el occidente del país llamada Las Turas (Falcón y Lara), que cuenta con presencia de chamanes y músicas que confluyen para agradecer por la cosecha del maíz una vez al año. Esta celebración va corriendo de pueblo en pueblo entre Falcón, Lara y algunos pueblos de Portuguesa, tiene que ver con el quehacer colectivo.

Baile de Turas. (Foto: Fundación Bigott)

En el caso de la festividad de San Juan, celebrada en casi todo el país, se incluyen tradiciones africanas que también refieren a relaciones cosmogónicas que se centran en la unidad, no solo en la relación mítica con la naturaleza, sino con componentes locales que celebran la unidad del colectivo, la importancia de la cayapa y la organización en torno al conuco. En los llanos también se celebra la ribazón en honor a la gran cantidad de pescado que se puede obtener de ríos como el Arauca, Apure, entre otros, en su crecida durante las lluvias.

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Con la agricultura cambió la producción y distribución, también las relaciones sociales, en el caso de la Venezuela precolonial el consumo de alimentos estuvo asociado a mediaciones relacionadas con el género, la fertilidad y circuitos internos de distribución dentro de los grupos sociales. El entorno natural y su sacralización en dimensiones femeninas o masculinas pudieron haber influido “en la reproducción biológica del grupo social, así como en las normas que regulaban la reciprocidad. Los alimentos ideológicamente relacionados con las divinidades femeninas o masculinas que solo podían ser apropiados por personas del género correspondiente, parecen haber comenzado a asumir una nueva identidad cultural al ser socializadas mediante la cocción en los fogones colectivos” (Sanoja Obediente, 2010).

La acumulación y organización de la fuerza laboral, y la consecuente apropiación de su trabajo por parte de uno de los segmentos de la comunidad local o regional, generó la transformación de las bandas de recolectores, cazadores, pescadores en sociedades tribales. Sanoja Obediente describe que para el siglo XV el actual territorio venezolano habían diversos grados de desarrollo de las fuerzas productivas y en la calidad de las relaciones sociales de producción en las etnias que lo habitaban, también eran diversas las transformaciones realizadas sobre la Naturaleza mediante el trabajo social.

Agrega que la sociedad tribal venezolana podría considerarse en dos grandes fases de desarrollo histórico:

  1. La fase igualitaria: Caracterizada por decisiones colectivas, el acceso igualitario a lo producido (exceptuando las diferencias internas entre sexos) y la existencia de formas colectivas de consumo. En donde hubo pocas tensiones sociales internas y externas a causa de la baja densidad poblacional y a la ubicación periférica en relación a los centros de desarrollo de las formaciones estatales autóctonas americanas. Se expresó en tres modos de vida: un modo de vida igualitario vegecultor, un modo de vida igualitario semicultor y un modo de vida igualitario mixto.
  2. La fase estratificada o jerárquica: Donde se objetivan formas de poder político y la sociedad se diferencia en rangos o estamentos, institucionalizándose la desigualdad entre linajes o segmentos sociales dominantes y el común de los individuos de la comunidad. En los Andes Centrales y Mesoamérica la sociedad tribal evolucionó hacia formas estatales autóctonas y hacia sociedades muy complejas (clasistas iniciales), donde una sola clase social era propietaria de los medios de producción (la sacerdotal o teocrática), mientras que la otra clase se constituyó como una clase de productores directos (los campesinos [as] y artesanos [as]). Se expresó en un solo modo de vida: el Jerárquico Cacical.

La diversidad étnica de pueblos indígenas y afrodescendientes, así como los inmigrantes pobres de otras naciones, fue estigmatizada como causa de atraso histórico en nombre de un Estado nacional homogéneo cuya modernización se basaría en la eliminación de los componentes de la diversidad. Dice Sanoja Obediente (2010) que “El desarrollo contemporáneo de los movimientos sociales revolucionarios, por el contrario, ha convertido esas sociedades marginales o marginadas, supuestamente atrasadas, que existen en América Latina, en Asia y en África, en verdaderos sujetos revolucionarios surgidos de la diversidad social y cultural, capaces de poner en jaque a las sociedades imperiales más poderosas”

Agrega que, en el caso particular de Venezuela, las sociedades originarias, las comunidades coloniales negrovenezolanas, mulatas, zambas y las clases populares en general, fueron excluidas por la historia oficial como factores causales de nuestra historia, representándolas como congeladas en una serie de períodos históricos autocontenidos, más o menos inconexos tales como pre-colombino, colonial, republicano y moderno”.

3. La agrobiodiversidad y tecnología

¿Qué elementos biotecnológicos de domesticación de especies y ecosistemas han sido claves para la existencia del conuco como eje vertebral de la alimentación fuera del sistema urbano-agro-industrial? ¿Qué conocimientos importados han sido los más relevantes durante el proceso de colonización? ¿Cuáles otros a lo largo de los 200 años recientes?

A Jaimes: El concepto de soberanía alimentaria parte de lo local. Habrá soberanía en la medida que las comunidades locales o biorregiones garanticen el traslado desde cercanías para suplir sus necesidades. Lo soberano no es traer el alimento desde grandes distancias debido a la ausencia total de cultivos. Es lo que ocurre con las grandes ciudades que no tienen cómo abastecerse directamente, sino que dependen del campo, de la carretera, de la gasolina, del transporte y esa cadena de distribución influye en los precios.

En la medida en que las fuentes de los alimentos están más cerca se acerca, más se puede pensar en una producción comunal en la que cada “celda” del panal satisface buena parte de sus necesidades de abastecimiento por capacidades propias e intercambia los excedentes con otras. Aunque es un planteamiento que parece utópico y difícil de organizarse, es la idea. Así funcionan muchas comunidades menos complejas en lo demográfico.

Desde del punto biotecnológico, es importante tener en consideración que dicha soberanía dependió inicialmente de una serie de cruces entre especies domesticadas en unos territorios que fueron trasladadas a otros por vía de intercambios durante tiempos prehispánicos. Tal intercambio permitió la introducción de varias especies desde el norte hacia el sur y desde el este al oeste.

El ejemplo del maíz, que proviene de una gramínea llamada teosinte domesticada en los valles de Tehuacán, Puebla, México, que se fue hibridando mediante el quehacer de las comunidades indígenas desde hace más de 7 mil años. En Venezuela tenemos datos y los raquis (tusas) tan primitivas como las originadas en México, pero que tuvieron que ser trasladadas desde allá, la diversidad de esos maíces primitivos fue dispersada hacia el norte y sur de Puebla, fue distribuido por redes de intercambio precolonial de amplio espectro y generó múltiples subespecies en el continente. En nuestro caso, fueron halladas en cuevas de Lara y datan de dos mil años antes del presente.

Lo mismo pasó con la papa, lo mismo pasa con las cucurbitáceas (auyama), con el cacao, en el caso de la yuca amarga y dulce que fueron domesticadas por las comunidades arawak y fueron trasladadas desde el oriente venezolano y el Delta del Orinoco. Además, los frutos de las palmas como la coroba (Attalea macrolepis) y moriche (Mauritia flexuosa) que fueron trasladados al cordón antillano cuya población era de origen orinoquense. Se puede profundizar sobre el origen de estas especies vegetales autóctonas, pero también sobre las adaptaciones que les permitieron crecer y desarrollarse en espacios diversos.

Toda la biodiversidad agrícola ha seguido siendo trasladada, adaptándose, especiandose y formando parte la memoria biocultural venezolana. Ha sido poco conocida debido al impacto del mercado mundial alimentario en el que las grandes corporaciones han invisibilizado y debilitado la influencia de una importante cantidad de plantas que siguen siendo parte de la cultura alimentaria local. En tiempos de la colonia también fue importante el manejo desarrollado a partir del conocimiento de la diáspora africana que fue esclavizada.

Los cambios en los ecosistemas ocurrieron debido al impacto antrópico del territorio mediante el manejo de las sabanas, bosques y la dispersión del material genético, en particular las semillas, por parte de las culturas. La consecuencia fue el establecimiento de poblaciones que modificaron a tal punto el entorno que es difícil hablar de la existencia de bosques primarios cerca de estas.

Su estilo de manejo del espacio ecológico llevó a la trashumancia y a la creación de biodiversidad a causa de prácticas que la estimulaban y emulaban dinámica ecológica de dicho espacio.

Las intervenciones en los paisajes para el manejo hidráulico, en el caso de los llanos (que también ocurren en otros sitios del continente) y el terraceo en Los Andes, son parte de esos elementos tecnológicos que van combinados de cultivos adaptados a la estacionalidad, pendientes y suelos. Esa tecnología también se evidencia en la construcción de camellones, terrazas, canales, pozos (también llamados “préstamos”), bucos o canales de distribución controlada de agua mediante circuitos de pozos, incluso existe todavía la figura del juez de agua en Lara, que es un mediador para evitar los conflictos por el bien común.

El control, manejo o domesticación del fuego ocurre hasta estos días en los llanos y Guayana, en el caso de la etnia pemón se le ha querido culpar de la reducción de los bosques en la  Gran Sabana, es una versión que busca satanizar a las comunidades. En realidad la quema es una técnica que permite hacer el fósforo más disponible en suelos que son muy pobres y que va acompañada de la combinación de cultivos maíz-frijol-calabaza (auyama). Esto protege el suelo en muchas zonas del Escudo Guayanés al punto en que algunas comunidades se forma “antroposuelo”.

El patrón de conocimiento colonial fue impuesto, aun cuando se aprovechó de herramientas y nociones locales, así lo hizo el imperio romano, el método fue devastar para imponer.

El trigo fue introducido en la incipiente Caracas, en las faldas del Waraira Repano se cultivó para abastecer a las primeras comunidades hacendadas. En Mérida sí fue ampliamente distribuido al punto que de logró desplazar al maíz. Hoy día sigue siendo un rubro alimenticio importante a pesar de las condiciones en las cuales se genera o se desarrolla.

Se ha creado una cultura alrededor del trigo que implica el trillado de la cáscara, la incorporación de la fuerza animal que acompaña a esa maquinaria y el molino de agua que también se desarrolló en las tierras bajas y áridas de Lara y Falcón, pero en este caso esas fuentes de energía se usaron para trillar y moler café y maíz.

Durante la colonia el maíz fue considerado alimento para animales, en pocas colonias se le consideró alimento humano hasta que llegó la primera gran hambruna a Europa, desde entonces se incluyó como parte de la dieta, pero tímidamente. La papa también fue introducida y desarrollada en Europa, tanto que hoy en día existe una universidad que la estudia y desarrolla conocimiento sobre este rubro.

Respecto al cacao también se desarrollaron técnicas en Europa, en Bruselas hay universidades del chocolate y se jactan de tener los mejores del planeta, a partir del cacao africano y del nuestro tanto del Delta como el Porcelana y el cacao Chuao. Hemos hecho esfuerzos para mejorar las técnicas, pero ha habido muchos tropiezos.

Hay una cantidad de incorporaciones tecnológicas que aún se utilizan y son importantes como los acueductos segovianos o acueductos romanos, que fueron desarrollados aquí en América. En la Hacienda Santa Teresa están las ruinas de sistemas de canalización de agua traídos desde la montaña, pero acá ya existía el sistema de bucos, un sistema de rotación y de relevo del agua descansando en sectores sombreados que se usan en la actualidad.

En torno a las culturas orinoquenses y amazónicas se utilizan las áreas de inundación para el cultivo durante la sequía y se cosecha cuando están por aumentar los niveles de agua del río. En las islas del Delta, en el Orinoco y en el Amazonas se utiliza la sedimentación de humus y materia orgánica que arrastra la inundación, y abona las “playas” en el Orinoco, para el cultivo durante la sequía, es una forma de manejo del ecosistema para la producción local.

La producción local sigue siendo el elemento fundamental para entender el tema de la soberanía de una manera más endógena; es cierto que poner a producir cultivos de arroz y maíz en Portuguesa pudiera poner a comer al país entero, pero hemos visto cómo el no tener gasolina ni la posibilidad de contar con transporte implican escenarios complicados.

La clave está en entender la biodiversidad desde la bioregión tomando en cuenta la potencialidad que cada una tiene en su andar histórico para proveer localmente, luego entender y compartir el conocimiento, formando sobre una cultura y una dieta basada en los productos que generan localmente. Esto abarataría la distribución de alimentos y disminuiría la dependencia de productos que vengan desde muy lejos y sustituir los valores nutricionales. Un ejemplo lo constituye la papa en los dos focos en los que se produce, uno en los Andes y otro en el Turimiquire (Oriente), sus carbohidratos pueden sustituirse por otros que se producen localmente.

Aunque la soberanía alimentaria depende de un sistema amplio y complejo, no es imposible porque hay raíces históricas. El tema es actuar con certeza, porque el conocimiento está allí, en la memoria de los pueblos, hemos pasado por ciclos de sublevación y resistencia que luego han derivado en sumisión ante el mercado.

El impacto del mercado lo vemos en los anaqueles, si nos preguntamos qué es lo que se vende, qué se considera comida, nos damos cuenta de que hay muchas respuestas. En las comunidades se cultivan plantas y se consumen alimentos que no “existen” para el mercado, pero están allí de manera sigilosa.

Un ejemplo interesante ocurre en lo tecnológico, para la elaboración de vestido o para generar telas en varios países vecinos como Colombia han desarrollado técnicas. Sin embargo, es importante recordar que el algodón fue cultivado de manera intensiva en el eje del río Orinoco, las evidencias más antiguas se hallaron en Caicara.

En cuanto a la madera, el palo de indio fue exterminado del norte de Venezuela para la construcción de barcos y puertos por más de 100 años. Es una madera versátil que fue luego desplazada por la introducción del pino, cedro y el eucalipto.

La clave está en escalar a un modo de producción que incluya otra manera de entender el trabajo desde un punto de vista endógeno.

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El casabe representa un legado cultural y gastronómico. (Foto: iStock)

El hallazgo de piedras y manos de moler (maíz) y budares (yuca) por Zucchi en el sitio La Betania, Barinas, evidencian la coexistencia de la vegecultura con la semicultura, la pesca fluvial y la caza terrestre (Sanoja Obediente, 2010), diversas técnicas de cultivo y el procesamiento del maíz ya eran practicadas por los grupos originarios subandinos y larenses por lo menos desde hace 2500 años en la región de Carora. Estos grupos humanos tenían una estrecha vinculación cultural con las poblaciones originarias andinas del noroeste de Colombia y el norte del Ecuador, donde hacia 4200 años ANE (6200 años ANP) los grupos originarios ya practicaban una agricultura mixta de maíz, papas y frijoles.

La tabla 2 muestra la diversidad de rubros alimenticios que cultivaron los grupos originarios por regiones del territorio que hoy es Venezuela y algunas evidencias halladas de las diversas técnicas de procesamiento.

Tabla 2. Rubros alimenticios cultivados por grupos originarios según Sanoja Obediente (2010)[3]

RegiónEspecies domesticadasEvidencias halladas
NororientalYuca (Manihot esculenta Crantz), ocumo (Dioscorea sagittifolia) lairen (Calathea alluia), guapo (Maranta arundinacea), pericaguara (Canna edulis) 
OccidentalMaíz, variedad Pollo (Zea mays), yuca amarga (Manihot esculenta Crantz)Piedras y manos de moler (maíz) y budares (yuca) por Zucchi en el sitio La Betania, Edo. Barinas (1967, 1968, 1972 a y b, 1973, 1976)
Andes altos y valles subandinosMaíz, variedad Pollo (Zea mays), papa (Solanum tuberosa), apio (Arracacha arracacha), auyama (Cucurbita moschata), lechosa (Papaya carica), frijoles (Canavalia sp.),variedades de ají (Capsicum sp) 
CentroccidentalMaguey (Agave cocuy)Reportado por González Batista, 2002
Orinoco MedioMaíz, variedad Pollo (Zea mays) Frijoles (Canavalia sp.)Granos, mazorcas de maíz calcinado y piedras de moler en los sitios de Corozal y Ronquín, estado Guárico, datan de hace 2400 años (Sanoja Obediente y Vargas,1992a: 128; Sanoja Obediente, 1979:264-266; 1997: 181-182; Roosevelt, 1980: 239)
Rubros cultivados por grupos originarios

Sanoja Obediente (2010) resume los sistemas técnicos que existieron para el procesamiento y consumo del maíz, algunos de ellos permanecen: “La variedad de maíz denominada Pollo podría corresponder con el llamado maíz de dos meses, señalado por los cronistas, que se utilizaba preferentemente entre los otomacos para fabricar arepas mezclando la masa de maíz con manteca de caimán y poya (polvo de arcilla cocida), así como bebidas fermentadas como la chicha, la cual cumplía una función a la vez nutritiva y social, parte importante de las fiestas y celebraciones colectivas. Entre los otomacos, guamos, paos y yaruros el maíz de dos meses, denominado onóna, era cultivado por las mujeres en los suelos aluviales que quedaban expuestos alrededor de los lagos o a lo largo de los ríos, luego de las crecidas anuales. Dos meses después de haberlo plantado ya obtenían mazorcas maduras, de manera que podían alcanzar hasta seis cosechas al año. Los cumanagotos cultivaban también un maíz blando, de mazorca pequeña, que se cosechaba en cuarenta días, denominado amapo”.

Luego de cosechado el reto tecnológico era conservar y almacenar el maíz para el consumo posterior, reseña técnicas como el ahumado de las mazorcas para reducir la humedad natural de los granos y hacerlos más resistentes a los hongos y las plagas. Los otomacos enterraban durante días las mazorcas de maíz u otros frutos en cavidades a la orilla de los ríos, posiblemente para que alcanzaran consumirlos a cierto punto de maduración.

La colonización de los espacios naturales y la creación de los paisajes agrarios de producción se basaba en el trabajo colectivo y una visión socioeconómica integral, por lo que la sociedad colonial no solo aprovechó el legado alimenticio conformado por la dieta aborigen, sino una serie de elementos que forman parte de sistemas agrarios basados unos en la agricultura de regadío y otros en la horticultura de roza y quema que predominaron hasta la aparición de la llamada Revolución Verde. La lista de rubros nativos cultivados es larga, como se muestra en la tabla 3.

Tabla 3. Especies domesticadas por grupos originarios según el rubro reseñados por Sanoja Obediente Obediente (2010)[4]

RubroEspecies domesticadas
FrutalesPiña (Ananas sativus), guanábana (Annona muricata), mamey (Mammea americana), hicaco (Chrysobalanus icaco), mamón (Melicocca bijuga), parchita (Passiflora sp.), zapote (Calocarpum mammosum), uva de playa (Coccoloba uvifera), aguacate (Persea americana), lechosa o papaya (Carica papaya), cacao (Theobroma cacao)
Tubérculos y cucurbitáceasPapa (Solanum tuberosa), yuca (Manihot esculenta Crantz), batata (Ipomea batata), mapuey (Dioscorea triphylla), ocumo (Xanthsosoma sagittifolium), apio (Arracacha arracacha), auyama (Cucurbita máxima), cuiba (Oxalis tuberosa)
Granos y oleaginosasCaraotas (Phaseolus vulgaris Lobel), frijoles (Phaseolus lunatus), merey (Annacardium occidentalis)
Otros usosTabaco (Nicotiana tabacum), onoto (Bixa orellana), caucho (Mimusops sp.), ají (Capsicum sp.)
Rubros y especies domesticadas en el proceso de colonización de espacios

La imposición colonial no solo aprovechó alimentos utilizados por los aborígenes, sino materias primas como el algodón, el sisal y las fibras de hojas palma, entre otras, y a los saberes y conocimientos que tenían sobre el tejido de telas, el trenzado de cuerdas, y similares, contribuyeron de manera importante a posibilitar la manufactura de vestidos y las faenas de la vida cotidiana.

En el proceso de desposesión, los conquistadores y colonizadores  aprendieron “los diferentes idiomas y dialectos hablados por los pueblos originarios, la naturaleza de los suelos agrícolas, cuáles plantas eran comestibles, las técnicas para cultivar las plantas comestibles y cazar los animales salvajes, la tecnología para fabricar viviendas, la etnobotánica, las plantas medicinales y las prácticas médicas aborígenes, la minería, conocer los itinerarios de viaje, la ubicación de los otros pueblos indígenas, sus costumbres, su fuerza militar, en fin, de todos los conocimientos que les permitieron sobrevivir al desarraigo de su propia sociedad y cultura y apoderarse de los pueblos y las tierras americanas” (Sanoja Obediente, 2010).

Plano de San Juan de Maracapana (oriente venezolano), 1704. (Foto: Chueca Goitia y Torres Balbás)

La economía colonial de subsistencia se fundamentó en la adopción y conservación de las formas productivas agrarias de policultivo desarrolladas por las sociedades originarias, caracterizadas por la combinación de varios rubros que eran cultivados en simultaneidad en un mismo conuco, tal como el complejo calabaza (auyama), maíz, yuca, frijol, ñame, batata, etcétera, y frutos de maduración corta como la papaya.

A modo de conclusión

El transitar milenario de la experiencia conuquera está habitado por el conocimiento tradicional y es difícil de asir por el academicismo moderno y sus franquicias teóricas, por ello es prioritario construirlo desde la acción y la reflexión organizada y despojada de jerarquías excluyentes o estandarizadoras. Lo que pudiera considerarse solo una unidad de producción doméstica se diversificó en la medida de las capacidades y dirección de las sociedad precoloniales, pero no quedó allí, evolucionó adaptándose a los embates de la historia de nuestro continente marcada por el saqueo extractivo.

Desde lo agroecológico, mecanismos como la rotación de cultivos o predios para permitir la regeneración de los suelos, la quema y la roza para la incorporación de nutrientes y la combinación de especies convierten el conuco en reservorio de biodiversidad local que ha sido sostenido por el conocimiento a esa misma escala, basado tanto en la tradición como en la capacidad innovadora que surge de la resistencia.

La continua interrelación de las comunidades indígenas, afro y campesinas con los patrones y procesos ecológicos de bosques, llanos, lagos, ríos y desiertos ha sido una escuela del diálogo con la realidad desde la que puede aprenderse en medio de la actual crisis, producto del actual cambio de época.

Desde lo cultural, los procesos socioecológicos en torno al conuco proyectan un simbolismo que lo aleja de la lógica mercantilista que envuelve a la actual civilización y que la conlleva a una espiral de crisis.

No se trata de recetas preelaboradas, sino de un vaivén entre el diálogo (para planificar o evaluar) y el hacer. Es por ello que la construcción de un Estado comunal debe tener como receta no perder de vista el ciclo entre diálogo y acción, el diálogo como producto de la sistematización de experiencias y la reflexión teórica contrastada con los resultados de la acción concreta.

Más allá de lo alimentario están la cultura y la política que, en el fondo, definen qué comemos, pero también dónde se vive, se estudia, lo que se calza, se viste, se recita, canta o maneja. Dice El Cayapo (2017) que “el conuco en sí mismo es escuela, trabajo, forma de encuentro. No las concibe de forma aislada. Esas instituciones como las conocemos, no tienen cabida en el conuco”.

Agrega El Cayapo que: “En política, por primera vez en la historia, se puede conversar sobre un modo de producción que sustente y se sustente en lo colectivo como un hecho cultural. El signo de esta revolución, la participación protagónica, abre todas las compuertas y brinda todas las posibilidades para avanzar en esta discusión, en este pensamiento y en esta práctica de poder vivir de otra manera, tal vez amable, que hemos dado en plantear como la cultura comunal sustentada en el modo de producción conuco”.

Es así como el conuco se proyecta como puntal para lo que está en construcción. Vive en lo que resiste aun en medio del asedio, pero también se proyecta ante una crisis general que toca lo existencial de las mayorías explotadas. Dos citas describen la reflexión colectiva de El Cayapo al respecto:

“El conuco se propone como el modo de producción de una cultura en donde en vez de ser depredadores podemos ser conscientemente reguladores naturales. En el conuco no cabe el robo ni el crimen. El conuco es un hecho colectivo de un hacer juntos, y con una abundancia que permite comer a todos, sin miedos, hambres o ignorancias”.

“Es un planteamiento desde y para la clase, aunque nosotros no vivamos en esta cultura del conuco no debemos ambicionar vivir en ella, aunque no seamos colectivos, somos individuos queriendo aportar a la creación y experimentación que tribute a la misma. Somos individuos no solo luchando para evitar que la burguesía se recomponga como clase absolutamente poderosa, sino también juntándonos para pensar, imaginando lo colectivo como dato cultural. El pensar nos mantiene vivos dentro del capitalismo, porque permite la posibilidad de lo otro. Mientras pensamos, estamos fuera del capitalismo, cuando dejamos de pensar nos devolvemos a su rutina, a su costumbre, a su alienación”.

Bibliografía

El Cayapo (2017). La Taguara del Humanismo o la Cultura Comunal. Ediciones El Cayapo.

Giraldo, O. F. (2018). Ecología política de la agricultura: agroecología y posdesarrollo. El Colegio de la Frontera Sur.

Sanoja Obediente, M. (2010). Historia Socio-cultural de la Economía Venezolana: 14.500 años anp-2010. Edicion Bicentenaria, Banco Central De Venezuela.


REFERENCIAS
1 Arturo Jaimes es antropólogo nacido en Caracas (1966) y graduado en la Universidad Central de Venezuela en 1989. Se ha dedicado por más de 30 años a la arqueología de los primeros habitantes, tradiciones culturales y artesanías en el estado Lara, etnoarqueología en grupos indígenas. Actualmente es personal científico del Centro de Antropología del Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas
2 Elaboración propia
3 Elaboración propia
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AUTOR
Eder Peña
ASOCIADO