Militares iraquíes llevan una foto del general iraní Qassem Soleimani y del comandante de las Fuerzas de Movilización Popular, Abu Mahdi al-Mohandis, ambos asesinados por EE.UU

Nuevo equilibrio en Asia Occidental: Irak y las Fuerzas de Movilización Popular

En Irak y en otros países vecinos de Oriente Medio se lanzan continuas e implacables campañas contra las “Fuerzas de Movilización Popular” (FMP), presentadas como un cuerpo militar fuera de control que perjudica la seguridad de Irak mientras representa el brazo de Irán en Mesopotamia. De ser consideradas como los “héroes de Irak” que liberaron al país de la ocupación del “Estado Islámico” (ISIS) y de la opinión de que “las FMP representan la seguridad” del país, ahora se acusa a las FMP de asesinato, corrupción, de violar las decisiones de las autoridades políticas e infringir la ley, y algunos piden incluso de forma más agresiva “la disolución de la Movilización Popular terrorista porque se trata de una exigencia popular”. Hay que preguntarse cuáles son las razones de esta feroz campaña mediática y sistemática contra las FMP.

No es posible mencionar el papel de las FMP y el de Irán sin invocar la función de Estados Unidos en Irak. El conflicto entre Irán y Estados Unidos ha influido en Oriente Medio y en gran parte de Asia Occidental –llegando hasta Venezuela–, considerada como un teatro militar para ajustar cuentas cara a cara o a través de aliados. Sin embargo, muchos aliados pro-estadounidenses (en Líbano, Siria, Irak y Yemen) han reconocido su derrota, y les queda una vía de reconciliación para relacionarse con Irán. Además, las tres reuniones de Irán con Arabia Saudí en Bagdad este año no pueden separarse de los últimos acontecimientos en Oriente Medio ni de la intensidad o reducción de los conflictos.

Estados Unidos y el esquema de sus guerras en Oriente Medio

El conflicto comenzó cuando la República Islámica de Irán arrebató el poder al Sha en 1979, aliado mimado de Estados Unidos y policía de Oriente Medio. La revolución iraní rechazó su hegemonía y consideró que estaba detrás de todos los males de la región. Desde aquel momento, Washington apoyó la guerra de Saddam Hussein contra Irán (1980-1988) para derrocar al “nuevo” régimen.

Cuando el plan de Estados Unidos fracasó, cambió su estrategia y pasó a aplicar las sanciones económicas que se iniciaron en 1979 (el 14 de noviembre de 1979 el presidente estadounidense Jimmy Carter emitió la Orden Ejecutiva Nº 12170, que imponía las primeras sanciones a Irán). Estas siguen siendo hasta la fecha, 2021, las sanciones más duras que se pueden imponer a cualquier país del mundo.

Sin embargo, esta situación que asfixia a Irán le hizo recurrir a dos elementos esenciales: el primer elemento es la Constitución iraní, por la que el Estado se comprometió a apoyar a los débiles y oprimidos del mundo –no sólo musulmanes–, según los artículos 3, 152 y 154 de la Constitución iraní. El Líder de la Revolución, el Imán Jomeini, dijo que “enfrentarse a los opresores y a los Estados arrogantes es el deber de Irán” (Jomeini 9/1/1991). Jomeini abrió el camino para que las instituciones iraníes apoyaran a todos los países o grupos, independientemente de su fe, siempre que sufrieran la hegemonía y el dominio de otros países.

Este compromiso le permitió a Irán a encontrar aliados que se convirtieron en parte integrante de su seguridad nacional y se han mantenido fieles a ellos, incluso en las condiciones económicas críticas más oscuras. A Irán no le resultó difícil reunirlos de entre la población y no entre los gobiernos, sobre todo porque sufrían la opresión en la región de Oriente Medio y fuera de ella.

Israel, el más fuerte de los aliados de Estados Unidos, recibió un importante apoyo militar y cobertura política en las Naciones Unidas para sus guerras genocidas en la región contra los palestinos y el Líbano. Los funcionarios israelíes se jactaron de violar la legislación internacional y de bombardear Siria más de mil veces bajo la narrativa de la “autodefensa”. Además, Estados Unidos estaba construyendo su imperio militar en esta parte del mundo, donde los países ricos en petróleo dependían de la protección de Estados Unidos para mantenerse en el poder.

En cuanto al segundo elemento, las duras sanciones han obligado a Irán a convertirse en un productor industrial y agrícola que no depende del petróleo como recurso esencial para sus ingresos y su presupuesto anual. Irán se ha convertido en un país productor que depende principalmente de sí mismo, de sus recursos y de sus industrias. Además, al asediarla, Estados Unidos obligó a la República Islámica a fabricar sus propios misiles, especialmente dada la presencia de 35 bases militares estadounidenses repartidas alrededor de Irán, lo que demuestra la superioridad aérea de sus enemigos. Irán no está en condiciones de competir con la avanzada industria de la fuerza aérea estadounidense. Esta es una de las principales razones por las que Irán introdujo la disuasión de sus misiles y ha exportado sus conocimientos técnicos a sus aliados, principalmente los primeros usuarios de estos misiles fabricados en Irán durante las guerras israelíes contra Gaza y Líbano.

Bavar-373, uno de los sistemas de defensa antiaérea de fabricación nacional iraní. (Foto: Medios / Archivo)

La política de Estados Unidos no es innovadora: una excelente y típica “relación interesada” con los países, pero no una asociación (excepto con Israel) para los países que aceptan ser ocupados, mientras que albergan una dura guerra económica o violenta a quienes se opongan, como ocurrió en Siria. ¿La oposición? Naciones o grupos que rechazan la hegemonía de EE.UU. Así que Irán, a pesar de sus limitadas capacidades, decidió enfrentarse a EE.UU. y a su fuerza militar superior y todopoderosa.

Al ocupar Afganistán en 2001, la administración estadounidense trazó un plan para ocupar siete países en cinco años –como lo dijo el general estadounidense Wesley Clark, comandante de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN)–: “Irak, Siria, Líbano, Libia, Somalia, Sudán y finalmente Irán”. El general de cuatro estrellas estadounidense, ex candidato a la presidencia, desmintió, sin embargo, la idea de que esos países tuvieran alguna relación con Al Qaeda o con el ataque a las Torres Gemelas, conocido como el atentado del 11-S. Simplemente, “Estados Unidos tiene un ejército fuerte y no sabe qué hacer con él” (para extender su influencia), dijo el general Clark.

Lo que confirma las palabras de Clark es que Washington decidió ocupar primero Irak (después de Afganistán), utilizando la “Guerra contra el Terror” como coartada. El jordano Ahmed Fadel Nazzal al-Khalayleh, conocido como Abu Musab al-Zarqawi, se encontraba en el Kurdistán iraquí en 1999 a la cabeza de una organización yihadista conocida como “Grupo Tawhid y Jihad”. Zarqawi tenía su base en una zona controlada por las fuerzas estadounidenses, lo que impedía a Saddam Hussein acercarse a la provincia kurda.

“Estábamos trabajando con un equipo para perseguir a los agentes de Al Qaeda y localizar el paradero de Al Zarqawi y su grupo”, dijo Nada Bakhos, analista de la CIA. Sin embargo, el Secretario de Estado estadounidense Colin Powell ordenó que “no se toque a Zarqawi” porque lo necesitan. Michael Scheuer, jefe de la unidad de búsqueda de Osama bin Laden del directorio de la CIA y superior de Bakhos, que trabajaba en la misma división, dijo a Frontline en enero de 2006 que “tras buscar 20.000 documentos clasificados en los archivos de la CIA y un amplio trabajo de inteligencia, no encontramos ningún vínculo entre Al Qaeda e Irak”.

Así, en febrero de 2003, Powell se sacó el as bajo la manga para afirmar que “Al-Zarqawi era el mediador entre Al-Qaeda y Saddam Hussein”. La razón por la que Zarqawi “no debía ser tocado” se hizo más explícita. Bakhos dijo que “Zarqawi no seguía a Al Qaeda en ese momento y sabíamos lo que estaba haciendo en detalle” (entrevista de Frorntline, 2016). Los mandos militares estadounidenses admitieron que dieron a Zarqawi mucho más peso del que merecía para potenciar su imagen.

Estados Unidos no previó la afluencia de yihadistas de todo el mundo para unirse a Zarqawi, que se hizo tan famoso que muchos quisieron unirse a su comando para luchar y desafiar a Estados Unidos en Irak. Este error fatal provocó la muerte de decenas de miles de iraquíes a manos de los yihadistas. También provocó el fracaso de los planes de Estados Unidos de asegurar Irak “bajo su ala” y pasar a ocupar los países cercanos.

Siguiendo los pasos del Pentágono, Irak era el objetivo, seguido de Siria, con Irán de último en esa lista. En consecuencia, Estados Unidos quería cazar primero a los aliados de Irán (en Siria, Líbano y, en un momento dado, Sudán, que facilitaba el apoyo militar iraní a Gaza). Irán no era ajeno a la política de Estados Unidos y sabía cuáles eran sus planes y decidió enfrentarse a ella.

Lo que animó a Estados Unidos a ocupar Irak fue la oposición chií en el exterior, hostil a Saddam Hussein y amiga de Occidente. Sus prioridades eran la eliminación de la dictadura del régimen baasista. EE.UU. pensaba que los chiíes de Irak se volverían leales y amistosos con ellos en lugar de con Irán, ya que la mayoría lucharon contra Irán durante la guerra de Saddam. Por ello, traspasó el poder en Irak –tras su ocupación en 2003– a la mayoría chií (entre el 65 y el 70%) y consideró que la verdadera guerra era contra los extremistas suníes, responsables de los atentados contra Estados Unidos (principalmente el del 11-S).

Irán estaba preocupado tras la caída de Saddam Hussein, ya que fue sustituido por una ocupación estadounidense que se consideraba mucho más peligrosa para la República Islámica. Teherán estaba convencido de que Saddam Hussein estaba agotado por las sanciones, que se había debilitado y que los propios iraquíes eran capaces de llevar a cabo la tarea sin la intervención occidental.

Al ocupar Irak y dar el poder a la mayoría chií, el reino de Arabia Saudí alzó la voz por la pérdida de control de la minoría suní y las elecciones democráticas que promovieron los estadounidenses, algo que no es representativo de los gobiernos y regímenes de la mayoría de los países de la región.

Siria también estaba amenazada porque el país estaba gobernado por la minoría alauita y era el siguiente en la lista de Estados Unidos para la ocupación. Así lo confirmó Colin Powell, que visitó Damasco y ordenó al presidente Bashar al-Assad, en marzo de 2003, que dejara de apoyar a las organizaciones palestinas hostiles a Israel e impidiera el paso del apoyo militar al Hezbolá libanés, “o de lo contrario…”.

La administración estadounidense subestimó la reacción chiíta y consideró que la guerra que el joven Sayyid Muqtada al-Sadr libró en Nayaf en 2004 era ocasional y que en su mayoría no le eran hostiles, sobre todo después de la visita del Sr. Abdul Aziz al-Hakim a Estados Unidos en 2006 y su reunión con el presidente George W. Bush en la Casa Blanca. Así lo demostraron el primer ministro Iyad Allawi y Nuri al-Maliki, que combatieron al “Ejército del Mahdi” que inició su lucha yihadista contra Estados Unidos. Irán prestó su apoyo a Sayyid Muqtada para luchar contra las fuerzas estadounidenses que se declararon tropas de ocupación.

El reino saudita participó en los sangrientos acontecimientos que arrasaron Irak para expresar su descontento. El príncipe Saud al-Faisal dijo al secretario de Estado estadounidense John Kerry (escrito por el Financial Times en su edición del 16 de julio de 2015) que “el ISIS es nuestra respuesta a que usted haya dado el gobierno en Irak al partido chií Dawa después de Saddam Hussein (sunita)”. El príncipe Bandar bin Sultan, ex embajador saudí en Washington y jefe de la inteligencia, le dijo al jefe del Servicio Secreto de Inteligencia británico, SIS (por sus siglas en inglés), Sir Richard Dearlove: “No está lejos el momento en Oriente Medio, Richard, en el que será literalmente ‘que Dios ayude a los chiíes’. Más de mil millones de suníes están hartos de ellos”.

Un combatiente del Estado Islámico en Raqqa, Siria, año 2014 . (Foto: Reuters)

Tanto chiíes como suníes lucharon contra las fuerzas estadounidenses, que fracasaron a la hora de extender su ocupación a los siete países previstos. Sin embargo, Abu Musab al-Zarqawi se centró en combatir a los chiíes, principalmente a los civiles, convirtiendo el conflicto en algo sectario y obligando a la mayoría de los suníes a apoyarle. El jeque Ayman al-Zawahiri, segundo al mando de Osama bin Laden, escribió a al-Zarqawi amonestándole por atacar a los chiíes (en una carta interceptada en 2005): “¿Ha conseguido alguien eliminar a los chiíes desde la época del primer califato?”.

Sin embargo, Al-Zarqawi consiguió llevar al país a una guerra civil tras el bombardeo del santuario de Samarra y logró su objetivo al volar el santuario chií del imán Askari en Samarra.

Las fuerzas estadounidenses se retiraron de Irak en 2011, pero vieron lo que estaba preparando el “ISIS”, conocido como “Estado Islámico en Irak”. El general estadounidense Mike Flynn, que dirigía la Dirección General de Inteligencia, dijo en una entrevista con Al-Jazeera (julio de 2015) que “sabía que el ISIS se haría más fuerte en Irak y se expandiría a Siria” y que “el presidente Barack Obama decidió dejar que el ISIS lograra sus objetivos”.

Estados Unidos se benefició de la expansión del ISIS, que encajaba con sus objetivos, al preparar la guerra contra Siria. Varios países participaron en ella para someter a Damasco a su hegemonía, expulsar a los rusos de su base naval en Tartús, rodear Irak, cortar el camino al aliado más crucial de Irán en el Líbano, y permitir el flujo de gas desde Qatar a Europa, para paralizar la economía rusa que dependía en un 70% de los ingresos por gas de esos suministros.

Así, cuando los chiíes de Irak manifestaron su “rebelión” contra Estados Unidos, se convirtieron en el enemigo y debían ser eliminados, fragmentados o demonizados. Sin embargo, la experiencia de estas décadas dice que es imposible desarraigar a todo un entorno (el chiíta). Posteriormente, el proyecto de dividir y remodelar Oriente Medio (empezando por Irak, para convertirlo en tres estados: Kurdistán, Sunistán y Chiístán) parecía un objetivo alcanzable. Los chiíes en el sur de Irak estarían aislados, y los sunitas en Anbar controlados. En cuanto a los kurdos, son una conclusión inevitable en manos de Estados Unidos, donde ya hay oficinas de la CIA bien establecidas y bases militares estadounidenses e israelíes. El petróleo iraquí se vendía desde Kirkuk (antes de la derrota del ISIS) y Erbil a Israel. El ejército kurdo iraquí, los peshmerga, entrenado y financiado por EE.UU., podría ofrecer protección a todo el personal extranjero en el Kurdistán sobre la base del apoyo de 250.000 dólares (en equipo militar) para el Kurdistán, anunciado en septiembre de 2020.

El sueño de los kurdos era declarar la existencia de la nación kurda, empezando por los kurdos de Irak y Siria, como un primer paso para allanar el camino a los kurdos de Turquía e Irán. Sin embargo, ningún país aceptó modificar sus fronteras y permitir a los kurdos un Estado independiente. Los kurdos iraquíes y sirios tienen recursos petrolíferos comunes pero una ideología política diferente. Dicho esto, las diferencias intrakurdas no representan un obstáculo insuperable para crear la nación kurda una vez que las circunstancias estén maduras.

En Siria, la ocupación estadounidense de las provincias del noreste, rica en petróleo, habitada por kurdos y las tribus árabes, preparó el terreno para un posible Estado kurdo. Sin embargo, la presencia turca estropeó el plan kurdo-estadounidense de crear un “Estado de Rojava”. Massoud Barzani, el líder kurdo iraquí en Erbil, también deseaba separarse del gobierno central fracasando en el intento debido a la determinación del gobierno central y a la falta de apoyo estadounidense al proyecto en ese momento.

Cabe señalar que Turquía, Arabia Saudí e incluso Barzani habían apoyado y vitoreado la caída de las provincias de Nínive, Anbar y gran parte de Salah al-Din y Diyala, declarando que una “revolución suní la llevó a cabo contra la injusticia chií”. Más tarde, Barzani se dio cuenta de que el ISIS intentaba asaltar Kirkuk y suponía una amenaza para Erbil. De hecho, la mayoría de las tribus de Anbar y Nínive se alegraron del anuncio del nacimiento del “Estado Islámico” (ISIS).

Cuando el ISIS ocupó el norte y el oeste de Irak, Estados Unidos se negó a entregar las armas que Irak pagó, esperando ver a Irak destrozado. Irán intervino y suministró aviones cargados de armas y 36 camiones, que fueron entregados a Bagdad y Erbil para armar a los kurdos por orden del general de división Qassem Soleimani, comandante de la Fuerza Quds del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria de Irán.

La caída de Nínive y las FMP

A mediados de 2014, un plan bien preparado fue orquestado por múltiples grupos nacionales, regionales e internacionales contra el gobierno central de Bagdad y la unidad de Irak. El primer ataque del ISIS (en ese momento se llamaba “Estado Islámico en Irak” tras cambiar su nombre de “Al-Qaeda en Irak” tras la muerte de Abu Musab al-Zarqawi y sus predecesores Abu Ayub al-Masriaka Abu Hamza al-Muhajir, y Abu Umar al-Baghdadi) consistió en liberar la prisión de Badush (entre 560 y 770 prisioneros chiíes fueron ejecutados) y atacar varias posiciones del ejército iraquí como distracción. Sin embargo, se presentó la oportunidad de ocupar toda la ciudad de Mosul tras las complicidades de muchos líderes iraquíes.

En realidad, la caída de Mosul fue el resultado de muchos elementos, entre ellos la complicidad de las tribus suníes de la región, el papel de los (ex) grupos baasistas y de los oficiales (destituidos) que corrompieron e influyeron en sus colegas y hermanos de armas; la corrupción de muchos funcionarios iraquíes, la sociedad pro-ISIS ya bien establecida, la falta de conocimiento del gobierno central en Bagdad de la realidad de los acontecimientos en Mosul. A ello se añaden las órdenes contradictorias lanzadas por los distintos oficiales de alto rango desde la sala de operaciones de Bagdad al mando de las acciones en Mosul, la falta de apertura del primer ministro Nuri al-Maliki hacia los consejos que le advertían de la situación explosiva en la ciudad antes de la caída, la complicidad de Arabia Saudí y de los dirigentes turcos y kurdos.

Los atacantes (varios grupos suníes, entre ellos el Ejército Nakshabandi y el ISIS) montaron una ofensiva desmesurada valiéndose del caos en la cúpula militar de Mosul y Bagdad. En los últimos años, antes de la caída de Mosul, se proporcionó a Bagdad información de inteligencia errónea, que cegó al mando central sobre la agitada inestabilidad en la norteña ciudad de mayoría suní de Mosul.

La mayor parte del ejército iraquí huyó del norte y del oeste (los que permanecieron y lucharon mantuvieron sus posiciones, siendo evacuados posteriormente), y de pequeños focos como Beiji, Haditha y Amerli. Otras ciudades resistieron hasta que las filas se reorganizaron y se recuperaron del primer choque. Ahí donde el ejército iraquí o las fuerzas especiales decidieron mantener sus posiciones, el ISIS no consiguió ocuparlas a menos que estuvieran aisladas en zonas remotas y se consideraron objetivos blandos. El ISIS sorprendió a las fuerzas de seguridad iraquíes con numerosos ataques suicidas. Las fuerzas de seguridad iraquíes no estaban equipadas con misiles antitanque guiados por láser para cazar los ataques suicidas antes de que alcanzaran su objetivo hasta varios años después.

Soldados iraquíes disparan contra un avión no tripulado del Estado Islámico en Mosul. (Foto: Ivor Prickett / The New York Times)

Más de 500 millones de dólares en oro y moneda local quedaron en el Banco Central de Mosul. Además, los depósitos de armas y municiones que podrían armar a toda una brigada cayeron en manos del ISIS y sus aliados.

Muchos oficiales que operaban en el caótico mando central de Bagdad ordenaron la retirada de varias tropas y posiciones militares sin proteger a las fuerzas en retirada. La retirada desorganizada permitió que miles de fuerzas de seguridad y nuevos voluntarios (la masacre de Speicher) cayeran en manos de grupos criminales y tribus locales, que masacraron a miles de hombres mientras emprendían la retirada, tiñendo de rojo el río Éufrates.

Ningún dirigente iraquí rindió cuentas -aparte de varias dimisiones forzadas- por los inocentes que cayeron en la carretera entre Mosul y Bagdad, ni las pérdidas de dinero y de un auténtico arsenal de armas. Fue un día triste para Irak y un día de celebración para el ISIS, que declaró el “Estado Islámico de Irak y el Levante” destruyendo las fronteras entre ambos países.

Pero no era el momento para que Irak se rindiera: las fuerzas especiales, de voluntarios iraníes y las fuerzas de élite de los dirigentes de Hezbolá acudieron en ayuda de Irak a petición del primer ministro Nuri al-Maliki. El objetivo era entrenar a las “Fuerzas de Movilización Popular” que el Gran Ayatolá Sayyid Alí Sistani, radicado en Nayaf, una de las máximas autoridades religiosas de la doctrina musulmana-chií, llamó a la movilización general contra el nuevo y abrumador enemigo.

El objetivo era detener el avance del ISIS mientras se ayudaba a crear una doctrina adecuada y robusta de la que carecía el ejército iraquí, que no podía resistir a los extremistas en Mosul, Anbar y Salah al-Din. Las diversas facciones chiíes iraquíes que lucharon contra la ocupación estadounidense se apresuraron a llenar parte del vacío, especialmente en lugares esenciales como Samarra, cuyo santuario se temía que fuera volado. Samarra fue el lugar de nacimiento del líder del ISIS, Abu Bakr al-Baghdadi.

La rápida intervención iraní y la fatwa de la “Jihad Kifaei” de Sayyid Ali al-Sistani (un llamamiento a la movilización como deber de todo musulmán hasta que se alcance el número de hombres deseado y sea suficiente) le voltearon el tablero a los países que deseaban ver a un Irak destrozado. Se formaron las FMP, que incluían voluntarios de todas las facciones y partidos: todos los que querían defender Irak.

Tras ocupar un tercio del país, la expansión del ISIS pudo llegar a las puertas de Bagdad y Kerbala antes de que los iraquíes recuperaran la iniciativa e iniciaran los contraataques para retomar las ciudades perdidas.

Las razones de Irán para un rápido apoyo tenían dos vertientes: la primera era proteger los santuarios sagrados chiíes. Irán estaba incluso dispuesto a enviar decenas de miles de sus soldados para evitar la caída y la destrucción de los santuarios sagrados (y del propio país) a manos del ISIS. En segundo lugar, si Irak caía, le seguirían Siria y Líbano, y entonces el peligro se dirigiría sin lugar a dudas en dirección a Irán.

Fuerzas de Movilización Popular de Irak. (Foto: Getty Images)

Sin embargo, la República Islámica de Irán encontró a las FMP de Irak dispuestas a luchar incluso con pocas armas disponibles: estaban dispuestos a morir por su país. Al final de la batalla con el ISIS, las FMP aportaron por sí solas más de 11.000 mártires en la guerra por la liberación de Irak. Varios miles de la Unidad Dorada de fuerzas especiales iraquíes, la policía federal y el ejército murieron y no fueron ignorados. El ISIS fue finalmente quebrado: ha perdido la capacidad de ocupar cualquier pueblo o ciudad. Sin embargo, debido a que la doctrina encarnada por el ISIS no puede ser destruida, la posibilidad de operaciones de hostigamiento en Siria e Irak persistirá.

FMP fuera de Irak

Las FMP estaban formadas principalmente por iraquíes sin experiencia, entusiasmados por atender el llamado de su líder religioso para defender el país. Además, a las FMP se unieron facciones entrenadas con experiencia en el campo de batalla adquirida contra las fuerzas de ocupación estadounidenses. Y es indiscutible que el coordinador general de la lucha contra el ISIS fue Qassem Soleimani, que preparó el apoyo necesario, la línea de abastecimiento, la moral, los entrenadores y el financiamiento de varias facciones para detener su avance. Irak ofreció la principal infantería que sufrió las bajas más destacadas durante la guerra contra el ISIS. No hay que olvidar que muchos iraníes y libaneses también cayeron en suelo iraquí porque la unidad de fe, propósito, hermandad, amenaza y objetivo común unió a todas las partes implicadas en un mismo propósito.

Sería imposible luchar y derrotar al ISIS en Irak sin derrotarlo en Siria y Líbano porque podría reagrupar sus fuerzas para reanudar sus ataques y recuperar lo perdido. Esto impulsó al Eje de la Resistencia a alcanzar al ISIS dondequiera que se encuentre en Irak, Siria y Líbano. Por lo tanto, cualquier acusación de los combatientes iraquíes o del Hezbolá libanés de estar fuera de su país para luchar contra los takfiris en Siria carece de comprensión política y de la amenaza que supone para Líbano, Siria, Irak e Irán. Además, el ISIS no reconocía fronteras y consideraba a Mesopotamia, el Levante e Irán como un único teatro de operaciones en el que se incubaba un entorno de apoyo a la organización para su desarrollo.

Al igual que Irán y el Hezbolá libanés asistieron para combatir al enemigo en Irak, algunos fueron de Irak a Siria para luchar contra el ISIS. Este intercambio transfronterizo provocó fuertes críticas contra los miembros de este eje contra su participación fuera de las fronteras geográficas de sus países. Pero, ¿cómo no van a cruzar la frontera para perseguir a los takfiris si el enemigo es móvil y viaja entre Irak y el Levante?

Esto hizo que Irán, Hezbolá y algunas facciones de las FMP estuvieran presentes en Siria para frustrar al ISIS y el plan original de Estados Unidos que pretendía dividir los países de Oriente Medio, principalmente Siria e Irak.

Cuando Irak fue liberado del ISIS, y Adel Abdul-Mahdi se convirtió en primer ministro, se emitió un decreto en junio de 2019 para incluir a las FMP dentro de las fuerzas armadas bajo el mando del primer ministro, posteriormente pasaron a formar parte de las fuerzas de seguridad oficiales. Varias facciones decidieron separarse de las que luchaban bajo la bandera de las FMP y querían preservar su independencia para participar en las elecciones parlamentarias, que no estaban permitidas a los miembros de las fuerzas armadas iraquíes. Estas facciones han mantenido sus armas y su influencia militar dentro y fuera del Estado central.

Iraníes resgan una bandera estadounidense tras el asesinato del general Qassem Soleimani. (Foto: Medios / Archivo)

Aquí las cosas se confunden para los medios de comunicación y los observadores occidentales, que siguen considerando a la mayor parte de las FMP (y a las diversas facciones que se han ido voluntariamente y que se han independizado) como un grupo leal a Irán. Esto se debe también a la influencia de la que gozan todos los partidos y líderes políticos de Irak, que han dado puestos de trabajo a sus afiliados en la policía federal, la FMP, el ejército iraquí, en la lucha antiterrorista y la inteligencia, así como a los parlamentarios e incluso a ministros del gabinete.

Las FMP han demostrado con su doctrina de combate que son la punta de lanza en Irak y que se han convertido en el temor de todos los enemigos, incluidos los de los países vecinos. Turquía amenazó -y suele cumplir sus amenazas- con cruzar la frontera y ocupar la ciudad de Sinjar con el pretexto de expulsar al PKK. Las FMP amenazaron con una guerra feroz que obligó a Turquía a retractarse mientras arrastraba la decepción y la ira. El Kurdistán intentó anexionar Kirkuk, rica en petróleo, a Erbil durante la batalla de liberación del ISIS, pero las FMP le hicieron frente y obligaron a su peshmerga a regresar a Erbil.

Pero la mayor calamidad es la presencia de las fuerzas estadounidenses en Irak y si se quedarán o no. Aquí entra en juego el papel de las FMP y de las distintas facciones que rechazan la presencia estadounidense. Hay una disputa en curso en Irak entre un gobierno cuya posición no está clara sobre la presencia de Estados Unidos y diferentes partidos que quieren luchar contra Estados Unidos si se quedan en Irak y los consideran fuerzas de ocupación.

La presencia estadounidense en Irak

Irak se enfrenta a una grave crisis económica que representa un verdadero reto para el gobierno actual y para cualquier gobierno futuro durante los próximos cinco años. A menos que se introduzcan reformas serias e impopulares, con una reducción de los más de siete millones y medio de empleados públicos, se espera que la crisis se agrave. Además, más del 90% de la economía iraquí depende del precio del petróleo, lo que expone al país a un futuro incierto. Pero éste no es el único reto al que se enfrenta Irak: la retirada o la presencia de Estados Unidos está en el centro de la estabilidad o la inestabilidad en Mesopotamia.

Las fuerzas estadounidenses llegaron a Irak en 2003 y se declararon fuerza de ocupación, tras una intervención directa que derrocó al régimen de Saddam Hussein. El 17 de noviembre de 2008, el embajador de Estados Unidos en Irak, Ryan Crocker, y el ministro de Asuntos Exteriores de Irak, Hoshyar Zebari, firmaron dos documentos: el “Acuerdo Marco Estratégico para una Relación de Amistad y Cooperación entre Estados Unidos e Irak”, y el “Acuerdo entre Estados Unidos e Irak sobre la retirada de las Fuerzas de Estados Unidos y la organización de sus actividades durante su presencia temporal en Irak” (denominado acuerdo SOFA). El SOFA concedió a Irak el derecho principal a ejercer su jurisdicción sobre las tropas estadounidenses si se cometen delitos graves y premeditados fuera de las instalaciones y zonas acordadas, y no sólo durante el periodo de servicio. Sin embargo, ningún miembro del ejército estadounidense ha sido juzgado por el sistema judicial iraquí.

Cuando el presidente Barack Obama fue elegido en 2008, la retirada de Irak estaba en su agenda. Necesitaba una excusa válida para hacerlo. Pidió un nuevo acuerdo SOFA en el que se acordara la inmunidad legal, aprobada por el Parlamento iraquí, para una fuerza estadounidense más pequeña (entre 5.000 y 10.000 hombres). El presidente Obama propuso la protección de todo el personal militar estadounidense en Irak por parte de los líderes iraquíes, no del parlamento. En octubre de 2011, los dirigentes iraquíes aprobaron la continuidad de la presencia de los instructores militares estadounidenses, pero se negaron a concederles inmunidad parlamentaria. Esto llevó a la retirada total de las 45.000 tropas estadounidenses restantes de Irak en diciembre de 2011.

En 2014, las fuerzas estadounidenses regresaron unos meses después de que el ISIS se hiciera con el control de un tercio del país, sin el permiso del parlamento ni la inmunidad que Obama había solicitado tres años antes. Las fuerzas estadounidenses retrasaron su regreso a propósito y vieron cómo el ISIS ampliaba su control sobre un territorio equivalente en superficie a toda Gran Bretaña.

Sin embargo, Estados Unidos terminó participando en la batalla por la liberación de Irak, ofreciendo inteligencia y apoyo aéreo. Como resultado, la lucha contra el terror tuvo un desenlace favorable, y el ISIS fue derrotado en todas las ciudades. Sin embargo, el papel político de las fuerzas estadounidenses siguió siendo omnipresente y dominante en toda Irak. La administración estadounidense eligió a los primeros ministros iraquíes Iyad Allawi, Ibrahim al-Jaafari, Nuri al-Maliki (durante dos mandatos), vitoreó a Haidar al-Abadi, aprobó a Adel Abdel Mahdi y se mostró encantada con el último primer ministro, Mustafa al-Kadhimi.

Bajo el mandato de Adel Abdul Mahdi, el presidente Donald Trump nunca se molestó en pedir la opinión de Irak antes de bombardear a las fuerzas de seguridad iraquíes, incluyendo al Hashd al-Shaabi (FMP), la policía federal y el ejército iraquí, matando a docenas de oficiales y permitiendo que Israel atacara más de siete almacenes en Irak y matara a un oficial iraquí. El último acto del que se jactó Trump fue el asesinato del comandante de campo de mayor rango de las FMP, Abu Mahdi al-Mohandis y de un invitado iraquí, uno de los principales contribuyentes a la derrota del ISIS, el general iraní Qassem Soleimani. Esto llevó al primer ministro iraquí Abdul Mahdi, a remitir una carta al Comando Central (CENTCOM) de Estados Unidos en Bagdad, en la que ordenaba a todas las fuerzas extranjeras a abandonar Irak según un cronograma ajustado pero acordado. El parlamento aprobó poner fin a todas las potencias extranjeras con 173 votos (sólo se necesitaban 165), lo que hizo que la decisión fuera vinculante.

Militares estadounidenses requisan viviendas en Irak. (Foto: U.S. Air Force)

En Occidente se argumentó que la retirada de Estados Unidos estaba relacionada con la decisión del gobierno iraquí, no del poder legislativo. Sin embargo, el propio primer ministro iraquí solicitó la retirada e hizo que el parlamento aprobara la decisión del gobierno, el mismo que Barak Obama no logró convencer en 2011 para darle inmunidad a sus soldados en Irak. Con la petición del gobierno a las fuerzas estadounidenses de retirarse, más el apoyo del parlamento, no había más ambigüedad legal: la presencia estadounidense ya no era formalmente bienvenida, al menos oficialmente.

En la práctica, no fue sencilla la aplicación de las decisiones del gobierno y del parlamento de solicitar la salida inmediata de las tropas. Estados Unidos amenazó con imponer sanciones a Irak, bloquear sus fondos petroleros en los bancos estadounidenses e impedir que los países vecinos apoyaran financieramente a Irak en su profunda crisis financiera.

Europa también amenazó con irse si las fuerzas estadounidenses eran expulsadas de Irak. En consecuencia, el gobierno sucumbió a las amenazas y al chantaje de las potencias occidentales. Sin embargo, ahora tiene que enfrentarse a los grupos armados locales que no perdonan el asesinato perpetrado por estadounidenses de su líder y quieren que el gobierno iraquí imponga su voluntad y la decisión del parlamento. Para estos grupos, las tropas estadounidenses se han convertido en una fuerza de ocupación.

En febrero de 2021, el presidente Joe Biden inauguró su primera acción contra las fuerzas iraquíes en la frontera entre Irak y Siria, matando a entre 17 y 22 personas luego de un ataque con cohetes contra una base estadounidense en Erbil. Desde principios de este año 2021, las bases estadounidenses repartidas por todo Irak han sido objeto de unos ocho ataques mensuales con misiles y drones suicidas.

La aplicación de la salida estadounidense de Irak también está relacionada con la personalidad, la política y la lealtad del primer ministro; su relación con Estados Unidos y el equilibrio que elija entre la presión interna y la necesidad de no enfadar a Washington para evitar las sanciones y el boicot europeo a Irak. Mustafa al-Kadhimi está considerado, junto al Presidente de la república, Barham Salih, como uno de los más cercanos a Estados Unidos, sin por eso ser necesariamente hostil a Irán.

La mayoría de los políticos iraquíes se ven obligados a evitar la expulsión de las fuerzas estadounidenses y las consecuencias que ello conlleva porque creen que el pueblo iraquí no puede soportar vivir bajo duras sanciones estadounidenses como las de alimentos por petróleo que ya sufrió el país durante la época de Saddam Hussein. A diferencia de los iraníes, el pueblo iraquí no posee la infraestructura, el desarrollo industrial-comercial-económico-tecnológico ni la ideología para resistir las duras sanciones que posee Irán. En consecuencia, “la prueba de las sanciones” -según los funcionarios iraquíes- puede resultar insoportable. Además, Irak necesita que el Banco Mundial y los países ricos de la región la apoyen financieramente, siempre que Estados Unidos esté satisfecho y no se le exija que abandone Mesopotamia.

Fuerzas de Movilización Popular de Irak. (Foto: Ari Jalal / Reuters)

Estas son razones que ni las facciones de la resistencia iraquí ni Irán reconocen, lo que explica las dudas de muchos políticos respecto a la retirada de las fuerzas estadounidenses. Irán considera que la presencia estadounidense en Irak es una amenaza continua y una fuente de inestabilidad en Oriente Medio. Los dirigentes estadounidenses han demostrado su indiferencia hacia la soberanía iraquí en muchas ocasiones bajo el mandato de Trump e incluso de Biden. Washington permitió que Israel bombardeara Irak y matara a sus líderes, asesinó a Qassem Soleimani y a Abu Mahdi al-Mohandis con sus compañeros. La fuerza aérea de Estados Unidos también asaltó objetivos iraquíes en varias ocasiones sin pedir la aprobación de Bagdad. Los funcionarios estadounidenses nunca han presentado pruebas a las autoridades locales para explicar sus ataques ilegales y el asesinato de decenas de miembros de los servicios de seguridad del país, de las distintas fuerzas destacadas contra el ISIS en la frontera entre Irak y Siria, además de en otros lugares.

Evidentemente, Estados Unidos ni siquiera intenta ocultar el hecho de que no respeta la soberanía, la seguridad ni los líderes de Irak. La violación de Estados Unidos de la soberanía iraquí ha dañado la autoridad del gobierno central de Bagdad frente a los grupos armados y el aparato de las fuerzas de seguridad. Es inconcebible que los invitados (EE.UU.) maten iraquíes, a sus aliados, y que los actos queden sin explicación. No sólo eso, Irak presenció manifestaciones y la quema de los consulados de Irán. La gente en la calle pedía que se eliminara la influencia de Irán, mientras que fue Estados Unidos quien manipuló a la población, influyó sustancialmente en los políticos iraquíes y sigue manteniendo varias bases militares a las que las fuerzas de seguridad locales ni siquiera pueden acceder.

En junio, el primer ministro iraquí, Mustafa al-Kadhimi, detuvo al comandante de las FMP del Frente Occidental de Anbar (incluida la frontera sirio-iraquí), Haj Alí Qassem Musleh. El primer ministro se vio obligado a liberar a Musleh de la cárcel del Ministerio del Interior esa misma noche. Fue entregado a las FMP a la que pertenece para que se lleve a cabo una investigación sobre las acusaciones por las que fue detenido (muerte de un activista y corrupción). El comandante Musleh fue puesto en libertad por orden judicial y absuelto de toda acusación. No fue una simple detención de un comandante de las fuerzas de seguridad. Aun así, al-Kadhimi necesitaba dar una demostración de fuerza de cara a las elecciones parlamentarias previstas para antes de finalizar este año.

En Bagdad, los funcionarios consideran que “la acción llevada a cabo por al-Kadhimi tenía como objetivo reunir partidarios en un momento en el que los chiíes iraquíes están divididos entre los que consideran a las FMP como héroes y los que los tienen por forajidos que reúnen a grupos armados con una agenda iraní más que nacional. Además, al-Kadhimi está enviando un mensaje a los países vecinos y a Estados Unidos manifestando que es capaz de frenar y detener a las FMP, a las que se considera una “milicia proiraní”. De hecho, al verse obligado a liberar al comandante de las FMP, al-Kadhimi mostró su posición de debilidad. Si su objetivo era presentarse a un segundo mandato (Kadhimi negó esta posibilidad) o enviar mensajes regionales e internacionales para confirmar su fuerza, el resultado fue lo contrario.

De hecho, al-Kadhimi envió cartas privadas a Irán y Líbano pidiendo apoyo para contener a los distintos grupos chiíes. En sus notas secretas (el autor tuvo acceso a sus detalles), escribe que los distintos grupos mostraron una falta de deferencia hacia el poder del Estado cuando desfilaron frente al edificio que alojaba al primer ministro al-Kadhimi y pidieron la liberación inmediata del comandante de las FMP. “Los grupos chiítas están debilitando lo que se supone que es la posición más fuerte de su confesión en Irak”, escribió al-Kadhimi. Irán respondió enviando al general Ismail Qaani a Bagdad para aliviar la presión y la tensión entre el primer ministro iraquí y los demás grupos chiíes. No es seguro que el intento de Irán tenga un éxito total, sobre todo si al-Kadhimi planea otro golpe a las FMP.

Los medios de comunicación y los funcionarios políticos estadounidenses acusan a las FMP de ser responsables de los ataques con misiles contra sus bases en general y de todos los ataques con drones contra la base de Ein al-Assad en Anbar, la base de Balad, la base militar de Victoria cerca del aeropuerto de Bagdad y otras bases estadounidenses en la provincia del Kurdistán. Estados Unidos no distingue entre las FMP y las facciones chiítas (como Kata’ib Hezbollah, Asa’ib Ahl al-Haq, Harakat al-Nujaba, Brigadas Imán Alí y varios otros grupos), por lo que se acusa a las FMP de todos los delitos (asesinato de activistas) y de los ataques contra bases estadounidenses, incluido el ataque a una base de aterrizaje de la CIA en Erbil, justo después de la detención del dirigente Qassem Musleh.

A Estados Unidos le preocupan especialmente los ataques suicidas con drones contra sus bases militares en Irak porque considera que son muy difíciles de interceptar y derribar. Sin embargo, quienes están detrás de estos ataques no han parecido dispuestos -hasta hoy- a causar muchas más muertes entre las fuerzas estadounidenses presentes en Irak. Pero se espera que la intensidad y la precisión de estos ataques aumenten en el futuro, de eso no hay duda. Estados Unidos está consciente de la ambigüedad de su presencia en Irak y de que una parte esencial de la población quiere que las fuerzas estadounidenses abandonen el país. La excusa de “luchar contra el ISIS” ya no es sostenible.

Las FMP, Irán y la Marjaiya

Irán goza de una excelente relación con los diversos grupos iraquíes que lucharon contra las fuerzas de ocupación estadounidenses entre 2003 y 2011 y con el líder de las FMP, Faleh al-Fayyad, y su cúpula militar desde 2014, cuando la República Islámica desempeñó un papel esencial en su dotación de armamento y entrenamiento. Debido a que las fuerzas de seguridad salieron de forma desorganizada en 2014, frente a la fuerza que ocupó el norte y el oeste del país, las FMP se convirtieron en la vanguardia que defendió el país. Irán nunca ha negado su apoyo a Irak y a las facciones que creen en la Wali al-Faqih (el guardián de la Jurisprudencia Islámica, que en este caso es Sayyid Ali Jamenei) y han querido liberar a su país, Irak, del ocupante desde 2004.

Hay una gran parte de Irak que cree en la autoridad religiosa de Nayaf, representada por el Sayyid Ali al-Sistani, de nacionalidad iraní, afincado en Irak. Y hay una parte importante que cree en la autoridad de Sayyid Ali Khamenei, también de nacionalidad iraní. Sin embargo, la diferencia entre los dos líderes religiosos del mundo chií está en el enfoque político de los dos países en los que se encuentran físicamente.

Irak cree en la necesidad de establecer buenas relaciones con todos los países, incluido Estados Unidos, a pesar del abuso y la falta de respeto por la ley de hospitalidad además de la matanza de cientos de miles de iraquíes. Por el contrario, las autoridades iraníes creen que no hay nada malo en mantener relaciones con cualquier país siempre que no interfiera en los asuntos internos de Irán y no pretenda derrocar regímenes. Para Irán, la administración estadounidense (independientemente de quién sea el presidente) se inmiscuye en los asuntos de los países de Oriente Medio y representa el mal absoluto, por lo que no debería permitirse su permanencia en Irak y Asia Occidental. En cuanto a lo cierto, en realidad Irak no tiene el poder para impedir que Estados Unidos se quede por el efecto que produce la amenaza de las sanciones en su contra: no es libre de elegir a sus amigos. Por eso es más fácil para muchos políticos iraquíes considerar a Irán y a sus aliados en Irak como responsables de la mayoría de los problemas de su país para complacer a Estados Unidos.

Sin duda, las FMP están lejos de ser infalibles. Como todos los ejércitos regulares del mundo, existen los elementos buenos y los malos, los creyentes y los criminales. Por lo tanto, no hay que descartar los abusos de algunos elementos o incluso de los líderes. Sin embargo, las FMP son la única fuerza ideológica que puede proteger a Irak mientras su primer ministro considere que su ejército no está preparado y valerse de sí mismo sin la ayuda de las fuerzas estadounidenses para operaciones especiales, detenciones o entrenamiento.

Un hombre iraquí sostiene una foto de Soleimani y Mohandis en una manifestación en repudio a sus asesinatos. (Foto: Medios / Archivo)

Además, la formación de las FMP se materializó cuando Sayyid Sistani llamó a la yihad para defender al país. Sin embargo, sólo cuatro de las decenas de brigadas han permanecido fieles a Sayyid Sistani, mientras que Irán goza de un apoyo mucho más amplio entre las unidades de las FMP. Esta rivalidad entre Nayaf (la capital del chiísmo en Irak) y Qom (la capital del chiísmo en Irán) nunca ha sido, ni puede ser, excluida. De hecho, Sayyid Sistani nunca ocultó a su círculo íntimo su desaprobación de la injerencia de Irán en los asuntos de Irak. Si las FMP y los grupos iraquíes hubieran sido leales únicamente a Sayyid Sistani, habrían tenido muchas más posibilidades de seguir siendo protegidos por la Marjaiya de Nayaf, al igual que la Guardia Revolucionaria de Irán custodian al Wali al-Fakih, que también los protege a ellos y garantiza su continuidad.

Otro punto a tener en cuenta: la demonización de las FMP y las facciones existen porque son leales a Irán y se oponen a Estados Unidos. Al mismo tiempo, Estados Unidos goza de una importante influencia en Irak. Sin embargo, ningún político, movimiento popular o grupo civil de Mesopotamia discute realmente el impacto de Washington en el país. Y los políticos iraquíes considerados leales a EE.UU. no son criticados en Irak por su falta de lealtad, especialmente en el Kurdistán. En general, es erróneo decir que todas las FMP son leales a Irán, y es justo decir que no le son hostiles, incluidas las brigadas bajo la dirección de Sayyid Sistani y las de Sayyid Moqtada al-Sadr.

Irak acogió (tres veces en los últimos meses) reuniones entre Irán y Arabia Saudí para intentar solucionar las diferencias entre los musulmanes suníes y chiíes, con la esperanza de que estas reuniones se reflejen positivamente en el país en particular y en Oriente Medio en general. No cabe duda de que estas reuniones ayudaron a poner fin a la destructiva guerra saudí en Yemen y a resolver muchos problemas en Irak, Siria y Líbano. Sin embargo, se espera que estas reuniones, aunque estén muy lejos de borrar por completo más de 1.400 años de diferencias entre chiíes y suníes, reduzcan el nivel de tensión y, concretamente, que el “proyecto ISIS” ya no sea viable. Serán necesarias décadas de estabilidad e intercambio constructivo para que Oriente Medio resuelva sus diferencias. El factor extranjero (EE.UU.) está presente: su motivación es asegurarse de que el acercamiento entre países rivales no termine porque perdería sentido el vender armas a los países ricos en petróleo si se les dice que ya no tienen enemigos.

Irak está intentando mantener el centro de equilibrio llevando una buena relación con Estados Unidos, Irán, Arabia Saudí y el resto del mundo con una política “libre de enemigos”. Eso es lo que sueñan todos los dirigentes de Oriente Medio si se les deja gobernar bajo principios “libres de intervención”. La hegemonía estadounidense no percibe que Asia Occidental pueda quedar libre de control y desconfía del papel de la región como plataforma potencial para otros países, especialmente Rusia y China.

Conclusión

Mientras se suponía que era un invitado en Irak, Estados Unidos mató al general Qassem Soleimani. Este oficial iraní tan querido estaba cerca de los corazones del pueblo iraní y de los aliados de la República Islámica en Oriente Medio. Soleimani surgió como un combatiente y un contendiente contra el ISIS en varios países para defenderlos de esa amenaza, igual que con la propia seguridad nacional de Irán. Estados Unidos mató a Soleimani durante una visita deliberadamente programada a Irak, invitado por el primer ministro Adel Abdul-Mahdi. El primer ministro iraquí ignoró fatalmente la trampa tendida por el presidente Donald Trump que le pidió a Abdul-Mahdi que mediara para calmar la tensa situación entre Irán y Estados Unidos.

Luego de la ejecución extrajudicial, Trump anunció públicamente el asesinato de Soleimani junto con el comandante iraquí Abu Mahdi al-Mohandis y sus acompañantes. Fue una clara violación de todas las normas y leyes internacionales. Y lo que es más importante, Trump mató al invitado de Irak que había sido nombrado por el gobierno iraquí como asesor para derrotar al ISIS siendo además el enviado de Irán en Irak para hablar sobre las posibles reuniones entre Arabia Saudí e Irán y de la tensión entre Irán y Estados Unidos. ¿Qué han hecho los iraquíes para recuperar su soberanía? ¿Qué ha sido del principio de hospitalidad y seguridad normalmente adoptado por los iraquíes? ¿Seguirán callando para siempre la traición que también afectó a uno de sus principales líderes militares, Abu Mahdi al-Mohandis y sus compañeros? ¿Cuáles son las consecuencias de matar a un embajador y a un asesor para derrotar a “un enemigo” de Irak? Estas preguntas siguen vigentes y no han recibido respuesta alguna por parte de los funcionarios mesopotámicos.

Está en juego mucho más que demonizar a las FMP. De hecho, es la influencia iraní la que, a pesar de sus limitados recursos, triunfó sobre los proyectos estadounidenses en Oriente Medio, que aprovechó hábilmente los innumerables errores de Washington para construir la influencia de Teherán sobre sus ruinas. Estados Unidos también está “apoyando” al pueblo iraquí creando conflictos internos y llamándolos “democracia, libertad de expresión, mejora de las infraestructuras”. La administración estadounidense, por supuesto, no menciona su propia discriminación interna, sus numerosas y desastrosas intervenciones en el extranjero y su apoyo (siempre que satisfagan sus intereses) a dictadores de todo el mundo. Así que parece que Estados Unidos no tiene intención de abandonar pronto Irak, a menos que se multipliquen los ataques contra sus bases. Esto se espera en los próximos meses.

En cuanto a Irak, ¿ha cesado el peligro para la unidad del país? Si la respuesta es afirmativa, entonces la presencia estadounidense ya no debería ser necesaria. Pero si la respuesta es negativa, Irak necesita todas las fuerzas, especialmente la experiencia de las FMP. Los iraquíes se preguntan si el verdadero peligro al que se enfrenta su país es Irán y las FMP, o es más bien el proceso de demonización de las FMP, diseñado para distraerlos de lo que Estados Unidos ha hecho y está haciendo realmente en Irak.

Combatientes de las FMP ondean banderas de Irak durante los actos conmemorativos por el aseinato de Mohandis. (Foto: AP)

Entonces, está el tema de Irán que compite con Estados Unidos en la región y presenta un modelo de influencia diferente al colonialismo estadounidense. Donald Trump insultó y chantajeó a los líderes de Oriente Medio y luchó contra ellos con el dinero de esos líderes adinerados, sin que tuviera que rendir cuentas.

El papel de Estados Unidos en Oriente Medio no ha sido constructivo en ningún país en el que haya ejercido su presencia o haya querido cambiar el régimen. En Líbano, se dice que los funcionarios estadounidenses han gastado diez mil millones de dólares para frenar a Hezbolá, que representa un tercio de la población del país. Hezbolá tiene representantes en el parlamento y ministros, pero nadie le pide rendir cuentas a Washington por su injerencia en los asuntos internos legítimos del Líbano.

Estados Unidos tiene influencia en Irak y Siria, donde ocupa una cuarta parte de su territorio rico en petróleo y agricultura. Los medios de comunicación occidentales no critican abiertamente a EE.UU. por sus fechorías en Oriente Medio, ni por sus asesinatos ilegales, ni por la ocupación de territorios soberanos desde su ocupación de Afganistán con la infame excusa de las “armas de destrucción masiva” para justificar la invasión, armas que nunca se encontraron.

El mundo mastica constantemente la narrativa sobre “el papel maligno de Irán en Oriente Medio” pero nunca “el papel maligno intervencionista y devastador de EEUU”. El papel de Washington en Oriente Medio y su apoyo a sus aliados ha causado la muerte de más de un millón de personas en Afganistán, Irak, Siria, Líbano, Yemen y Gaza.

Sin duda alguna, EE.UU. ha fracasado a la hora de ganarse los corazones y las mentes de la población de Oriente Medio. En cambio, Irán ha conseguido ganarse muchos corazones y mentes formando una fuerte alianza que resistió a Israel en 2006 en Líbano, 2011 en Siria, 2014 en Irak, 2015 en Yemen y 2021 en Gaza.

Irán ha demostrado que es leal a sus aliados y amigos, mientras que Estados Unidos considera que la existencia de relaciones se basa exclusivamente en sus intereses. Así pues, el “Gran Satán” del mundo ha apodado naturalmente a las FMP como el “Satán de Irak”.


La traducción para el Instituto Samuel Robinson fue realizada por José Miguel Aponte y Diego Sequera.

AUTOR
Elijah J. Magnier
ASOCIADO