Agricultores trinitarios cosechan un campo en Canadá

Las fallas del actual modelo agroalimentario

El uso de pesticidas en la agrindustria está dejando rastros de veneno en tierras cultivables por décadas, incluso si se aplicó por última vez hace 20 años, así lo confirma una investigación de la Universidad de Wageningen (Holanda), con colaboración española y portuguesa.

El estudio: La investigadora Violette Geissen ha liderado el grupo de investigación que analizó 340 tierras agrícolas (dedicadas a cultivar naranja, uva, papa y otros productos hortofrutícolas) de los países participantes durante un trienio y han hallado residuos de entre 5 y 16 plaguicidas en el 70% de las muestras.

Detalles: Geissen detalla en su estudio, publicado este mes en Enviromental Pollution, que la “dependencia de los plaguicidas en los sistemas agrícolas de Europa (zona objeto del estudio) para asegurar los rendimientos en la producción vegetal y la ganadería suponen el uso de un promedio de 340.000 a 370.000 toneladas de sustancias activas anualmente”, según establece la FAO. Geissen encontró que de las 487 sustancias activas aprobadas para su venta en la Unión Europea (UE) “casi la mitad son bioacumulativas, es decir, que pueden conservarse en los organismos de seres vivos, el 25% son persistentes en el suelo más de 100 días y el 30% presenta una alta toxicidad acuática”.

Un modelo insostenible: Las limitaciones impuestas por la UE en cuanto al uso de componentes químicos para el manejo de los cultivos no parecen ser suficientes, aunque sean los países europeos los que divulgan las bondades del “capitalismo verde”, su propio sistema evidencia que no es posible la mancomunidad entre un sistema agroalimentario ecológico y el uso de sustancias que a gran escala no solo envenan la tierra por decenas de años sino también las aguas para el consumo humano. El modelo agroindustrial que mercantiliza la alimentación, impacta negativamente la vida humana casi de manera ilimitada.

Otros Datos: La presencia de contaminantes orgánicos persistentes más allá de la tierra también sigue siendo motivo de estudio. El último, difundido por el Instituto Karolinska de Suecia, ha hallado en el tejido adiposo de 20 fetos fallecidos en el tercer trimestre de gestación entre 2015 y 2016 una quincena de estos compuestos. Entre esas sustancias se encontraban el HCB (hexaclorobenceno), un pesticida que se usaba para proteger los cultivos alimentarios de los hongos; el DDE (diclorodifenildicloroetileno), insecticida utilizado a mediados del siglo XX y variantes de los PCB (policlorobifenilos), sustancias químicas que servían como aislantes en productos eléctricos.

Por qué es importante: Frente a esta realidad se hace cada vez más necesaria la puesta en práctica de un modo de producción agroalimentario de gran alcance que sí garantice la posibilidad de reforzar la autonomía alimentaria de una forma verdaderamente respetuosa con la biodiversidad. En Venezuela la experiencia del conuco emerge como alternativa real porque se trata de un modelo que no genera acumulación ni prioriza la superproducción de alimentos en detrimento de la propia tierra que permite el cultivo.

Eder Peña, biólogo e investigador del Instituto Samuel Robinson, incluye en su investigación sobre el conuco datos que también se asocian al rendimiento de la producción agroalimentaria: se pronostica una caída entre el 10% y el 25% para 2050 como resultado del cambio climático. Peña además enfatiza: “es determinante el impacto sobre las posibilidades de vida humana en el planeta por parte del sistema alimentario globalizado centrado en el monocultivo y la agroindustria, sobre todo su contribución a la crisis ambiental global, que no sólo incluye al cambio climático, sino muchos procesos geoquímicos de los que también depende la existencia sinérgica de sociedades y ecosistemas.”

Urge pensar, planificar y ejecutar un modelo agrario distinto que frene la prolongación del sistema actual que hereda un daño persistente en los terrenos cultivables que quedan.

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