El asesinato de Moïse, que ha estremecido a Haití y al mundo, se continúa investigando

Haití: Magnicidio del presidente Jovenel Moïse

El primer mandatario de Haití fue asesinado anoche en un ataque armado, así lo ha confirmado en un comunicado el primer ministro del país, Claude Joseph.

Alrededor de la 1:00 de la madrugada, un grupo de individuos aún desconocidos, “algunos de los cuales hablaban español”, atacaron la residencia del mandatario y lo hirieron de muerte, indica el documento.

El medio Actualidad RT señala que el primer ministro y la Policía Nacional han condenado “este acto odioso, inhumano y bárbaro”, al tiempo que han llamado a la población a la calma, afirmando que la situación de seguridad en el país “está bajo el control” de la policía y de las Fuerzas Armadas.

“Se toman todas las medidas para garantizar la continuidad del Estado y para proteger a la Nación”, asegura el comunicado, para concluir que “la democracia y la República ganarán”.

En una reciente entrevista publicada por El País, Moïse alertaba que un grupo de familias vinculadas al sector eléctrico querían asesinarlo.

Contexto: La nación caribeña, la más pobre en el continente americano, recae en un importante nudo crítico y se mantiene en una grave conmoción social.

Haití ha sufrido períodos de crisis acentuada intermitente desde el ascenso de Moïse, pues incluso su propia elección fue un caos político repleto de controversias y señalamientos de fraude. Seguidamente las revueltas sociales han estado a la orden del día.

En 2019, unas protestas sociales, que iniciaron por el precio de la gasolina, evolucionaron exigiendo la renuncia del presidente y los eventos pasaron a la categoría de estallido, los cuales fueron manejados con una grave represión por parte del Gobierno.

El mandatario víctima de magnicidio estaba acusado de favorecer a bandas criminales que dominan gran parte del país y que han tenido vínculos con la policía, además.

Haití no cuenta en estos momentos con un parlamento activo, este se encuentra clausurado desde enero de 2020 al no haberse celebrado las elecciones previstas en 2019. La fecha programada de elecciones es septiembre próximo.

El mandatario asesinado proponía resolver las crecientes tensiones sociales de Haití mediante la redacción de una nueva Constitución, que se votaría en las elecciones de septiembre, pero era señalado por la ONU de actuar con métodos discrecionales.

En febrero de este año, Moïse denunció un intento de “golpe de Estado en su contra”, esto debido a que el Tribunal Supremo indicó que había finalizado el su lapso de mandato. Pero Moïse confirmó su intención de continuar como presidente hasta febrero de 2022, cuando él consideraba que vencía su periodo. Ello generó una respuesta social adversa y grandes protestas.

Al expirar el lapso oficial de mandato, la oposición nombró al juez Joseph Mecène Jean Louis, como “presidente de transición”, replicando otras experiencias de gobiernos paralelos como es el caso de Venezuela, solo que esta vez los promotores de la estrategia no contaron con la bendición del gobierno estadounidense pese a contar con el aval del tribunal supremo del país. Con ello y con otras omisiones sobre la crisis de Haití, se hizo evidente que la Administración Biden prefirió apoyar al cuestionado mandatario.

Por qué es importante: El caso de Haití es emblemático no solo por el ciclo político que precede, en realidad su cuadro de crisis social, política y de quiebre institucional es muy acentuado y debe considerarse estructural.

Haití expone sus heridas históricas, es un país que ha sido objeto del tutelaje estadounidense y ello ha significado un ciclo prolongado de caos y fracasos. Desde Jean-Bertrand Aristide, presidente depuesto por mano estadounidense tanto en 1991 como en 2004, el país no ha conocido un ciclo prolongado de estabilidad y más bien ha adquirido una situación de bucle, en el que la política estadounidense ha sido un actor clave en la interferencia y promoción del desgobierno y la crisis prolongada.

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