El presidente brasileño durante un mitin con sus seguidores

¿Bolsonaro da dos pasos atrás en su agenda de choque?

Brasil ha atravesado días complejos que tuvieron como cumbre el pasado 7 de septiembre (7S), día de la independencia nacional.

Su presidente, Jair Bolsonaro, convocó a un acto que muchos calificaron como “golpista” debido a su retórica intimidatoria utilizada en días previos contra los otros poderes públicos federales.

La lenta caída en la popularidad del gobierno brasilero se debe a sus contradicciones, desempleo masivo, inflación galopante, devaluación… A todo esto se suman las movilizaciones callejeras por parte de los ferroviarios de San Pablo y de hasta 6 mil indígenas de más de 170 etnias.

Ataques y contrataques: Bolsonaro mantuvo una confrontación furtiva contra los jueces del Supremo Tribunal Federal (STF) Alexandre de Moraes y Luis Roberto Barroso, el primero ha llevado a juicio casos de difusión de fake news y ataques a instituciones democráticas, que han llevado a la cárcel a varios aliados de Bolsonaro, mientras que el segundo, que también preside el Tribunal Superior Electoral (TSE), ha exigido declaraciones que no descalifiquen el actual sistema de urnas electrónicas, los resultados electorales de los pasados comicios ni los resultados del próximo proceso, en el que pretende postularse.

Propuso ataques directos al STF y hasta a la embajada china para que el 7S desembocara en un contragolpe. Concluyó que habría un golpe en su contra por parte del poder judicial y de los medios, que habrían sacado a Lula de la cárcel para llevarlo a la presidencia de Brasil.

Anunció que serían las manifestaciones más grandes que se conocerían en el país y llegó a predecir que habría dos millones de personas en Sao Paulo.

“No podemos seguir aceptando que una persona específica de la región de los tres poderes siga barbarizando a nuestra población. No podemos aceptar más encarcelamientos políticos en nuestro Brasil. O el jefe de ese poder se ocupa de lo suyo o ese poder puede sufrir lo que no queremos”, declaró refiriéndose a Moraes.

Desde mayo pasado, el exministro de Salud, Eduardo Pazuello, quien es general activo, se subió al camión de sonido al final de una caravana de la derecha liderada por Bolsonaro y dio un discurso incisivo en su defensa. Otros militares activos han realizado actos similares sin ningún tipo de sanción por parte del estamento militar ni del Ejecutivo.

Con las manifestaciones del 7S, Bolsonaro pretendía detener su declive político y reanimar su base de apoyo, pero, excepto en Sao Paulo, la cantidad de gente fue menor de lo que él suponía.

Reseteo del conflicto: En horas de la tarde de el jueves, se reunió con el expresidente golpista Michel Temer en el Palacio de Planalto y hablaron sobre el 7S y las protestas de los camioneros bolsonaristas. Temer le sugirió un “manifiesto de pacificación”.

Algunas de las frases del documento:

  • “Nunca he tenido la intención de atacar a ninguno de los Poderes. La armonía entre ellos no es mi voluntad, sino una determinación constitucional que todos, sin excepción, deben respetar”.
  • “…quiero manifestar que mis palabras, a veces contundentes, fueron fruto del calor del momento y de enfrentamientos que siempre tuvieron como objetivo el bien común”.
  • “Reitero mi respeto por las instituciones de la República, las fuerzas motrices que ayudan a gobernar el país”.

Por qué es importante: Bolsonaro busca, al estilo de Trump, cuestionar un eventual resultado adverso en la elección presidencial de 2022 y trata de evitar la toma de posesión de Lula, cada vez más favorito para triunfar incluso en la primera vuelta.

Su condición de outsider de la política tradicional, afincada en la antipolítica, ha impedido que su ejercicio de gobierno avance, mas cuando ha declarado la guerra a otros poderes cuando le dicen lo que el Ejecutivo puede y no puede hacer. El estilo delictual de ejercer la política es un mensaje que la misma élite brasileña dejó claro en el golpe a Dilma Roussef y el encarcelamiento sin pruebas sólidas a Lula.

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