Un soldado estadounidense apunta a un afgano en la caótica retirada del ejército ocupante

Movimientos tras el fracaso de EE.UU. en Afganistán

La escalada y toma del poder del Talibán en Afganistán es, de acuerdo a las palabras de Angela Merkel, “la mayor debacle para la OTAN desde su creación”. No debe considerarse ello exageración alguna, entendiendo que para EE.UU. el evento reviste en una enorme crisis política.

Las preguntas sobre Afganistán apuntan ahora a la evolución del país como nudo crítico en Asia central. ¿Qué hará ahora la comunidad internacional con ese país?

Contexto internacional: “Nuestra misión en Afganistán no era construir una nación ni crear una democracia unida. Nuestro único interés nacional en Afganistán ha sido y sigue siendo prevenir un ataque terrorista en EE.UU.”, dijo Joe Biden, al tiempo que declaró que debieron retirarse hace mucho.

El desastre no ha sido el retiro, sino su forma y resultado. “Todos, y por eso también asumo mi responsabilidad, evaluamos erróneamente la situación. Toda la comunidad internacional dio por supuesto que podríamos seguir con la ayuda al desarrollo” en Afganistán, afirmó Angela Merkel.

Al advenimiento de la “nueva amenaza” impone la inevitable pregunta de cómo maniobrarla, considerando que por ahora la guerra no es una opción. Rusia en el Consejo de Seguridad de la ONU, mediante su representante Vasili Nebenzia, declaró:

“Creemos que la comunidad internacional debe ayudar a Afganistán. La troika formada por Rusia, China y Pakistán ha estado muy activamente en esto. Creemos en un papel importante que desempeñará Irán aquí. Interactuaremos con los talibanes”. Rusia refirió que “no hay razones para que cunda el pánico” y llamó a la prudencia y a la observación de los eventos por venir.

La posición rusa no surge de la nada. A mediados de julio se realizó un encuentro de Ministros de Relaciones Exteriores de la Organización de Cooperación de Shangái, llamada “la OTAN de Asia”, en Dushanbe, la capital de Tayikistán, donde participaron Rusia, China, Kazajstán y Tayikistán y cuyo tema central fue el ascenso Talibán.

La oferta es simple, aunque muy compleja de ejecutar. El Talibán en el poder deben construir un gobierno inclusivo y con mínimos de tolerancia. El país debe alejarse del terrorismo y no servir de refugio a grupos. A cambio, tendrán cooperación, inversión y seguridad regional.

En esa línea, China se reunió con una delegación Talibán que les visitó por invitación de Pekín. Wang Yi, el Canciller chino, se reunió dos días continuos con esa delegación, que estaba encabezada por el hoy líder del país afgano Abdul Ghani Baradar.

Esto ocurrió poco antes de la caída de Kabul y se discutió abiertamente la posibilidad de que el Talibán tomara plenamente el país. Baradar prometió a China que no prestarían su territorio para desestabilizar la región ni para patrocinar el terrorismo.

Estos hechos ocurridos en Asia y desestimados mediáticamente desmienten por defecto el factor “sorpresivo” que alegan en Washington y Berlín por la caída del gobierno otanista.

Por qué es importante: Desde hace meses el Talibán ha dicho que no estamos en 1996 y que de tomar el poder harán con él un gobierno clerical y conservador estricto, pero serán además “inclusivos y tolerantes”. Han dicho que quieren “reconstrucción, comercio y existencia pacífica” dentro y fuera del país. También insisten que no necesitan la guerra y tampoco prestar su suelo al terrorismo.

Por supuesto, para los países de la región queda observar detalladamente y ver la evolución de la situación interna para condicionar un reconocimiento al nuevo gobierno y para articular colaboración internacional, pues lo que conviene es que el país no sufra estragos humanitarios más dramáticos que puedan desestabilizarlo más, y a sus vecinos.

Los países del eje prefieren el pragmatismo de hacer política frente al ascenso Talibán, ahora que es posible, partiendo del hecho sin enmienda de que la guerra fracasó y EE.UU. se retiró.

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