En la nación neogranadina la revuelta social iniciada desde el Paro Nacional, hace varias semanas, aún no remite. Aunque ha habido una merma en el volumen y frecuencia de las concentraciones en varias ciudades, los choques entre la policía y militares contra manifestantes no cesan.
Contexto: El gobierno colombiano se ha reunido con algunos sectores que organizaron el Paro Nacional y otros, como el candidato presidencial Sergio Fajardo, quienes han intentado capitalizar la aspiración anti uribista. Estos diálogos han tenido la intención, por parte del gobierno de Iván Duque, de domesticar y degradar la indignación y establecer una contraloría política de daños por la crisis.
Sin embargo, el carácter desordenado y con liderazgos difusos de la revuelta ha generado que buena parte de los movilizados desconozcan a los dialogantes con el gobierno, mientras las concentraciones, cierres de vías y escaramuzas entre manifestantes y cuerpos de seguridad se producen intermitentemente y con diferentes niveles de consistencia.
En paralelo, organizaciones sociales, ONG y medios, han comenzado a referir la aparición de cadáveres de manifestantes anteriormente reportados como detenidos y desaparecidos. Estos han flotado en el río Cauca y hay reportes de decapitaciones y cabezas encontradas en bolsas. El Instituto de Estudios para el Desarrollo de la Paz (INDEPAZ), de Colombia, señaló denuncias sobre más de 500 personas desaparecidas, muchos de ellos detenidos por la policía en medio del estallido.
El traslado a medios de narrativas y supuestos responsables: En un polémico ejercicio propagandístico, el gobierno colombiano ha puesto a circular una serie de videos del mandatario hablando en inglés en lo que parecía ser una entrevista a un medio internacional. No obstante, por las suspicacias generadas por el origen y fin del video, fue revelado que que se trató de una autoentrevista hecha por el equipo de comunicación del gobierno para levantar la imagen de Duque.
Los videos no están exentos de polémica, dado que Duque señala directamente a Gustavo Petro como principal responsable de las protestas, en una clara advertencia con perfil internacional. Petro, en cambio, y sobre el paro, ha mantenido una posición activa en sus redes, pero no en el terreno y ha declarado que no pretende restar protagonismo a los manifestantes espontáneos y sus reacciones legítimas.
La revista Semana, un indudable referente de las comunicaciones pro uribistas, sacó una portada con el rostro de Petro y le han endosado la responsabilidad del estallido.
La distribución de culpas del gobierno de Duque ha divagado y ahora desemboca frontalmente sobre Petro, luego de la tesis de “Revolución Molecular Disipada” denunciada por Álvaro Uribe y luego de señalamientos de funcionarios del gobierno neogranadino al chavismo, a las FARC, al ELN, entre otros, como supuestos autores y organizadores de las protestas.
Es evidente que las insólitas tesis iniciales no calaron en la opinión pública, y ahora, con la búsqueda de un nuevo chivo expiatorio, Duque pretende consolidar una estrategia a favor del uribismo a mediano plazo. Esto reviste en un grave peligro para el propio Gustavo Petro.
Por qué es importante: La mayoría de las encuestadoras ubican a Gustavo Petro al día de hoy como el más claro favorito a las próximas elecciones presidenciales de 2022, sacando ventaja de doble puntaje sobre su más cercano rival, Sergio Fajardo. Petro, quien ya fue judicializado y separado de su cargo en la Alcaldía de Bogotá, podría ser objeto nuevamente de lawfare para sacarlo del ruedo presidencial.
