Extracto del video de presentación de la nueva iniciativa del empresario estadounidense

Las raíces imperialistas del “Metaverso” de Zuckerberg

El anuncio de Mark Zuckerberg que dio pie a la fundación de Meta entronca con el sistema de ideas del imperio estadounidense y, especialmente, con el imaginario de la frontera ilimitada de “progreso” y “civilización”.

Marco general: Recientemente, el fundador y CEO de Facebook, Mark Zuckerberg, anunció la creación de la compañía Meta, que reunirá los productos WhatsApp, Instagram, Oculus y el propio Facebook en una iniciativa de realidad virtual que promete difuminar las fronteras entre el mundo físico y el digital, denominada “Metaverso”.

Presentación: El anuncio fue acompañado por un video futurista y ciertamente distópico que mostraba al propio Zuckerberg incursionando en una versión de lo que sería el “Metaverso”: una experiencia inmersiva de carácter virtual donde los usuarios, según lo mostrado por el magnate estadounidense, pueden interactuar a través de un avatar y con el uso de dispositivos de realidad aumentada en múltiples actividades.

¿Tapar los escándalos?: La noticia de Meta causó un revuelo en la opinión pública, pero no por sus supuestas bondades. Recientemente, Frances Haugen, ex empleada de Facebook, filtró al The Wall Street Journal documentos internos que reflejaban cómo la empresa ha puesto sus ganancias por encima de los daños ocasionados a los usuarios, bien conocidos por los directivos, como el entorno negativo y violento de las noticias promocionadas, la tendencia adictiva de los adolescentes al consumo de las redes sociales y los problemas de autopercepción en las jóvenes enganchadas al Instagram.

¿Una operación comercial?: Los documentos expuestos por Haugen permitirían desvelar los intereses de Meta. Los directivos de Facebook perciben con preocupación la pérdida de audiencia en el segmento de niños y niñas de entre 10 y 12 años, por lo que el “Metaverso” bien puede ser una operación comercial para incluirlos en una nueva experiencia interactiva que emula a los videojuegos más adelantados, y que hoy, según varios expertos del área, superan por mucho a nivel técnico la promesa distópica de Zuckerberg.

Imperialismo 2.0: El dabate en torno al “Metaverso” ha dado paso a múltiples comparaciones literarias, desde La Metamorfosis de Kafka hasta la novela de ciencia ficción Snow Crash de Neal Stephenson. Sin embargo, la iniciativa se enmarca en el mito ideológico de la frontera, impulsado por el historiador estadounidense Frederick Turner en 1893, para quien la expansión territorial del imperio, a costa del genocidio y el despojo de las comunidades originarias, era la condición básica de su existencia.

Frontera ilimitada: La tesis de Turner consistía en que Estados Unidos debía extenderse de manera perpetua para sostener su propio sistema político, pero también para “civilizar” a pueblos “salvajes”, como parte de la doctrina del Destino Manifiesto que precedió su obra. Evidentemente ya el imperio ha agotado sus posibilidades de expansión económica y territorial, pero desde 1945 Estados Unidos concibe la ciencia como una “frontera ilimitada”, una visión que ha impulsado el emporio comercial de Silicon Valley basado en el extractivismo de datos personales hasta la aventura espacial de Jeff Bezos y compañía.

El mito de la frontera en eterna expansión, por la cual Estados Unidos cumple su misión autoadjudicada de poder global sin restricciones, es el espíritu sobre el cual se soporta el “Metaverso”, ya que implica la creación de un “nuevo” espacio de intercambio humano definido por la venta de productos, tecnologías y la continua codificando la vida social bajo los contornos de su sistema ideológico, sustentado en el individualismo y la sociedad de consumo, control y vigilancia.

Final incierto: El “Metaverso” ha sido planteado, justamente, como la “última frontera” de la existencia y el clímax de la evolución civilizatoria, una premisa que confirma su vocación totalitaria a beneficio de la expansión comercial, económica e ideológica de la plutocracia estadounidense.

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